EL ETERNO DESPERTAR DE LA MOMIA

momia 1932Antes de empezar este artículo, quiero dejar claro que nunca me he considerado una persona supersticiosa, y que las maldiciones nunca han despertado en mí más interés que el que procede desde un punto de vista antropológico y recreativo, pero hay un hecho cierto, y es que esta es la segunda vez que tengo que escribir esta reseña –probablemente la más larga del blog-, pues cuando consideré que el artículo estaba suficientemente pulido, lo guardé en un pendrive que desapareció de forma completamente inexplicable, así que, amigo lector, quedas avisado de las posibles consecuencias de leer lo que a continuación acontece.

Desde que a raíz del auge experimentado por la egiptología en el siglo XIX se publicara en 1858  “La novela de la momia”, de Théophile Gautier, tanto el cine como la literatura no han dejado de narrar historias  ambientadas en el antiguo Egipto; una fascinación que se vio renovada con la publicación en 1945 de “Sinuhé el egipcio”, de Mika Waltari, que despertó una auténtica obsesión en el público por todo lo relacionado con el mundo de los faraones.

Y si hablamos de Egipto, es imposible que no nos venga a la cabeza un elemento concreto: las momias, esos inofensivos objetos inanimados que la cultura popular, sin saber muy bien cómo, ha convertido en terroríficos monstruos.

Raro es el autor de novela fantástica que no ha sentido en algún momento la llamada de los faraones, escribiendo algún relato en el que una momia es protagonista.

Aunque inicialmente ya se habían escrito algunos relatos protagonizados por una momia, como “La momia, una historia del siglo XXII” (1827), una fantástica historia de ciencia ficción de Jane Webb en la que Keops resucita en el año 2126; “Conversaciones con una momia” (1845), de Edgard Allan Poe;  o la ya mencionada “La novela de la momia” (1858), de Theophile Gautier, la realidad es que todavía no era un elemento terrorífico.

Es en 1860 cuando se publica “Perdido en una pirámide, o la maldición de la momia”, de Louisa May Alcott (sí, la de “Mujercitas”), posiblemente el primer relato en el que se perfila la idea de la momia como un elemento vengativo. A partir de ahí son innumerables los autores que abrazaron esta idea.

Desde Arthur Conan doyle con “El lote nº 249”, Sax Rohmer, con “La momia misteriosa”, Rudyard Kipling (“Reyes muertos”), Robert Bloch (“Escarabajos”), E. F. Benson (“Monos”), Agatha Christie (“La venganza de Nofret”), o el mismísimo Bram Stoker con “La joya de las siete estrellas”, por citar tan sólo algunos de ellos, todos ellos nos trasladaron su versión de la leyenda de la momia.

La pregunta es: ¿en qué momento la momia se convirtió en un elemento terrorífico”.

La realidad es que las momias durante mucho tiempo no provocaban miedo, y la prueba es que los saqueadores de tumbas actuaron sin freno alguno durante cientos de años. También es sabido que el polvo de momia se empleaba como medicamento, sin temor a que cayera una maldición sobre el enfermo tratado con este peculiar método (de hecho el uso de polvo de momia fue tan generalizado que los comerciantes idearon un método para fabricar falsas momias que les permitiera seguir con el negocio); e incluso a principios del siglo XIX se puso de moda en Europa entre la aristocracia un espectáculo consistente en quitar públicamente los vendajes a una momia (y no es broma).

Pero todo eso cambiaría, a raíz del repentino interés del público por la egiptología a partir de la mitad del siglo XIX, que les permitió conocer los rituales de momificación y la existencia de tumbas egipcias que mostraban siniestras advertencias a los posibles saqueadores. Eso probablemente no hubiera sido suficiente, de no producirse una serie de noticias que convencieron a la gente de la posibilidad de que las maldiciones podían ser reales.

El caso más famoso al respecto es sin lugar a dudas el de la tumba de Tuttankamon, en 1923, pero mucho antes ya se produjo otro suceso que hizo que calara en la opinión pública un auténtico terror a las momias.

Momia Pearson's_Magazine_1909_with_Unlucky_Mummy

La famosa «unlucky Mummy»

En 1865 dos excéntricos millonarios ingleses llamados Thomas Douglas Murray y Arthur F. Wheeler adquirieron en Luxor de forma una tanto irregular la tapa del sarcófago de una supuesta sacerdotisa, llevándola a Inglaterra, donde muy poco después alcanzaría fama de estar maldita.

Los hechos reales son que poco después de regresar con dicho objeto, Murray perdió un brazo en un accidente de caza, y Wheeler se arruinó completamente.

La cosa probablemente no hubiera tenido mayor repercusión si no fuera porque el propio Murray se encargó en 1900, durante una cena entre amigos, de difundir que la tabla estaba maldita, aderezándola con una serie de detalles falsos que realmente resultaban terroríficos, pues según su propia versión, tres personas que habían trabajado en la tabla habrían muerto en extrañas circunstancias (lo que resultó ser totalmente falso), y Wheeler se arruinó por culpa de la momia (obviando el pequeño detalle de que Wheeler era un ludópata que perdió todo apostando y tomando funestas decisiones en sus negocios).

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Tuttankamón, el mayor exponente de la maldición de los faraones

A partir de estos hechos, la leyenda comenzó a crecer. Tras el accidente, Murray se deshizo de la tapa de sarcófago, entregándosela a un amigo que murió poco después de un tiro. El objeto pasó a manos de otro amigo que también murió totalmente arruinado, por lo que su viuda donó la momia (de repente era ya una momia) al museo británico, donde empezaron a sucederse muertes relacionadas con la misma. En 1904 un periodista llamado Bertram Fletcher Robinson escribió un artículo sobre la momia, falleciendo tres años después. En 1909 un periodista llamado William Stead escribió otro artículo basado en el artículo anterior en el que narraba toda serie de infortunios producidos a todo aquel que tuviera algo que ver con la momia, atribuyendo incluso la muerte de Robinson (que había fallecido de tifus) a la unlucky mummy (por cierto, que Arthur Conan Doyle, amigo personal de Robinson, también opinaba lo mismo, y aseguraba que advirtió a su amigo que no escribiera sobre la momia). Poco después el Museo Británico se deshizo de la momia, que fue transportada por Stead a Estados Unidos en 1912 a bordo del Titanic, que como ya sabemos, se hundió, aunque el sarcófago de la momia sobrevivió al naufragio, y fue llevada de nuevo a tierra (buscad si queréis en internet información sobre la momia del Titanic). En 1914 el Empress of Ireland transportaba a la momia de vuelta a Inglaterra, hundiéndose en la travesía, aunque el sarcófago vuelve a salvarse, y es de nuevo recogido por otro barco. Un comerciante alemán lo compra, regalándoselo al Kaiser, provocando de este modo la I Guerra Mundial. Ya sé que pensáis que estoy de broma, pero todo lo escrito anteriormente fue publicado por diversos medios de la época.

¿Hay algo de cierto en todo lo anterior?. Absolutamente nada, salvo que sorprendentemente es cierto que William Stead viajaba a bordo del Titanic, donde falleció, por cierto tras un comportamiento heróico ayudando al resto de pasajeros.

Ante toda esta sarta de barbaridades que se publicaron, el propio Director del Museo Británico, Wallis Budge,  tuvo que salir para hacer un desmentido: la tapa del sarcófago fue donada al Museo por el propio Wheeler; jamás ocurrió en el Museo ningún hecho extraño relacionado con la misma; y el objeto jamás se movió del British (de hecho cualquiera de vosotros puede ir hoy en día a visitar la unlucky Mummy).

A pesar de desmentir públicamente todo, daba ya igual. La maldición de la momia había calado profundamente en la gente, que vio reforzada su creencia con el descubrimiento en 1922 de la tumba de Tuttankamon, demostrando una vez más que los rumores tienen vida propia, y que no hace falta mucho para que nazca una leyenda.

momia peliculaEl cine consiguió reforzar de forma definitiva la imagen de momia vengativa, especialmente gracias a la película de la Universal de Karl Freund, “La momia”  (1932), que supuso el punto de partida de una inagotable serie de películas sobre el tema, que aún hoy continúa, pero sin conseguir quitarnos de la cabeza la imagen de Boris Karloff envuelto en vendajes.

Como es lógico, la novela popular española no podía ser ajena al fenómeno de las momias, y así podemos encontrar un buen número de títulos en los que adquieren gran  protagonismo, aunque no tantos como sería previsible, debido a que no hubo colecciones de quiosco del género de terror hasta 1972, cuando las momias ya habían pasado de moda para el gran público. Quiero dejar claro que en ningún momento pretendo hacer un listado exhaustivo de las novelas dedicadas a este tema, tarea que al menos yo considero inabarcable.

momia crimenes 1941Ya  en 1935 ya nos encontramos con “La cabeza de la momia” una novela de la seie popular de Molino, protagonizada por Buffalo Bill, y escrita por H. C. Granch (Enrique Cuenca Granch, al que ya dediqué una reseña en el blog), probablemente una de las primeras aproximaciones en España al mito de la momia, aunque enmarcada en el género de aventuras.

En 1943 dentro de la colección Novela Aventura, de la editorial Hymsa, vuelve a aparecer nuestro vendado amigo en “Los crímenes de la Momia”, de F. Martín Fabiani, una nueva historia de misterio pero en la que la momia tiene truco.

momia fantastica 1944Sin embargo en la revista Fantástica, de la que ya hemos hablado en este blog, se dedicó en 1944 una parte del nº 9 a “El enigma de la momia”, de H. Acosta Waytorn (Federico Mediante Noceda, al que también dediqué una reseña), que en este caso sí tiene un argumento marcadamente sobrenatural. «La belleza de una mujer extraordinaria contrastaba con la fealdad de la muerte«. ¿Cómo resistirse a esto?

Una colección esta Fantástica, que ojalá alguien se decidiera a reeditar en algún momento, pues su contenido y la selección de autores la convierten en una joya inencontrable a día de hoy.

la mascara de escayolaA principios de los 50, el ilustre Fidel Prado, clásico entre los clásicos, abandona momentáneamente el salvaje Oeste por el que suele moverse para escribir «La máscara de escayola«, una historia de muertes relacionadas con una maldición que afecta a los que se acercan a la momia de una princesa egipcia y que se publicó en en nº 4 de la colección Florida, de la editorial Valenciana. Para comprobar el argumento de esta novela, nada mejor que adentrarse en el blog de Juan Castillo (y ya que entráis, leedlo a fondo, que no tiene desperdicio) http://bolsilibrosblog.blogspot.com.es/2016/12/la-mascara-de-escayola.html.

Momia john lack el secreto de la momiaEn 1954, en la corta pero interesante colección La Trinca de Hierro, de la editorial Calleja, se publica su número 4, a cargo de John Lack (Juan Bautista Lacasa Nebot), autor al que también dediqué una reseña en su día, «El secreto de la momia«. De nuevo no puedo aportar nada sobre esta novela, pues no he tenido ocasión de leerla, pero por lo que he podido ver de esa colección, supongo que se trata de otra «falsa momia». De hecho, de no ser por la inestimable ayuda de Jesús Cuadrado -sin lugar a dudas una de las personas que más ha hecho por dignificar la novela popular en nuestro país-, no hubiera podido caer en la existencia de este ni el anterior título comentado.

En 1960 se publica en el nº 43 de la mítica colección S.I.P Spacial International Police “El signo de la momia”, de Johnny Garland (Juan Gallardo Muñoz), en una primera aproximación al mito desde el punto de vista de la ciencia ficción, con un autor que más adelante se reecontraría con la momia dentro del género que realmente se ajusta mejor a sus características: el terror.

Sip 43 -Johnny Garland-El signo de la momiaEsta curiosa novela se ajusta a las premisas clásicas del tema: un grupo de arqueólogos acceden a la tumba de Tanak VI, un faraón enterrado en vida que fue traicionado por su primer ministro Amenhet, tan sólo para descubrir que han liberado un horror que ha esperado durante siglos para encontrar venganza.

Hasta aquí nada nuevo, si no fuera porque Tanak  resulta ser, a la vista de un pergamino encontrado en la pirámide, un extraterrestre llamado Zorn que llegó a la Tierrra hace miles de años, como avanzadilla de una futura invasión, adoptando la figura humana del faraón Tanak,  que ahora ha quedado liberado de su encierro. Las muertes comienzan a sucederse, y una vez más el director de la SIP Donald Callowan deberá hacerse cargo de la situación, esta vez con la ayuda del audaz agente Paul Martin. Una excelente novela de intriga en la que no todo resulta ser lo que parece.

Punto rojo 35-Mikky Roberts-El secreto de las tumbasEn 1962 nos encontramos con “El secreto de las tumbas”, otra magnífica novela de misterio del gran Mikky Roberts (Miguel Astraín), publicada en el nº 35 de la colección Punto Rojo de Bruguera, que como ya hemos comentado en otras ocasiones, por esos años admitía títulos que perfectamente podían ser considerados de terror, y que a falta de una colección de ese género, se publicaban como de misterio.

En este caso nos encontramos con una novela de intriga en la que se producen una serie de extraños asesinatos en el seno de un grupo de arqueólogos que se encuentran realizando una excavación en un antiguo monasterio de El Cairo, en un Egipto que Kenny Abbot, protagonista de la historia, define como “calor durante el día, frío en la noche, y siempre la arena, invadiéndolo todo como una maldición”.  En medio de la narración, asistiremos a una escalofriante escena en la que una momia vuelve a la vida. Como suele ser habitual en el autor, los personajes femeninos están bien definidos, y juegan un papel mucho más importante de lo normal.

La momia de acero Luchadores del espacioEn 1963 se produjo un hecho de gran trascendencia para la literatura popular española, pues es el momento en que con el número 234 se da por finalizada la mítica colección Luchadores del Espacio. Precisamente este número, “La momia de acero”, de Van S. Smith (el seudónimo menos conocido de Pascual Enguidanos, alias George H. White) es uno de los mejores acercamientos al mito de la momia desde la ciencia ficción pulp hispana, con robots-momias sembrando el caos en Egipto, en un argumento  cuyo resumen podéis leer en https://www.ciencia-ficcion.com/autores/ghw/novelas/le1_234.htm , y que recuerda mucho  al de la novela que viene a continuación. (Muchas gracias a Juan Castillo por recordarme esta novela)

NuevoDocumento 2018-01-02_1En 1971 Ralph Barby nos ofrece su particular versión en “Las momias”, una nueva aproximación de la ciencia ficción al tema, publicada en el nº 41 de la colección La Conquista del espacio, de Bruguera.

En ella, un grupo de científicos de la Unión de Arqueólogos Federales de la Tierra, se encuentra a punto de adentrarse en lo que puede ser el mayor hallazgo arqueológico desde el descubrimiento de la Tumba de Tuttankamon, pues acaban de dejar al descubierto una pirámide de 420 metros que lleva enterrada más de 6.000 años (para que os hagáis una idea, la pirámide más alta de Egipto es la de Guiza, con 146 metros en la actualidad, y la más antigua es la de Zoser, con 4.700 años de antigüedad).

Debido a que se ha detectado radiación procedente del interior de la pirámide, los arqueólogos entrarán acompañados de una patrulla pentasónica de la ONU al mando del capitán Kramer, un grupo de expertos en radiación, y juntos descubrirán la sorprendente verdad de la pirámide, cuando se encuentren con un grupo de sarcófagos de más de tres metros de altura, protegidos por un mortífero guardián que muy pronto sembrará el caos.

Una novela que ahonda en la teoría de la relación existente entre la civilización egipcia y los extraterrestres, que tantos defensores tuvo en los años 70.

Como siempre que leo novelas de ciencia ficción, me gusta observar cómo pensaban los autores que sería el futuro, tanto desde el punto de vista tecnológico, como sobre todo social.

En el lejano año 2000, la tierra se ha convertido en una Federación con un único ejército al mando de la ONU, después de que en 1990 se estuviera al borde de la III Guerra Mundial. En este nuevo mundo se han superado todo tipo de prejuicios por razón de raza o religión, y sin embargo, la igualdad entre hombres y mujeres es todavía una quimera. En palabras de Svetlana, la protagonista femenina de la novela: “Estaba considerad como una gran experta, pero si decía algo respecto a su corazonada, todos le sonreirían amistosamente,y volverían a recordar que era una mujer, una mujer inteligente pero mujer al fin y al cabo. El paso de las décadas no había colocado a la mujer totalmente en igualdad de condiciones con el hombre”.

No es algo exclusivo de esta novela, y resulta curioso que da la sensación de que el avance del feminismo es posiblemente lo que les resultaba más imposible de imaginar a los autores de la época.

ST 29 Curtis Garland-La noche de la momiaPor fin, en 1973, encontramos el primer acercamiento a la figura de la momia desde el punto de vista del género de terror. En el nº 29 de la colección Selección Terror de Bruguera se publica “La noche de la Momia”, de Curtis Garland; en mi opinión lo mejor que he leído sobre el tema.

En un terrorífico prólogo en se nos describe con todo detalle el entierro en vida de Hatharit, sacerdotisa de Apophi, en compañía del recientemente fallecido  Ekothep IV, más conocido como el faraón maldito. Una sacerdotisa, que en su desesperación,  y tras asesinar a los diez arquitectos con los que comparte tumba, realiza una secreta invocación que despertará una maldición que permanecerá enterrada para siempre. ¿O no?.

Tras este trepidante inicio, la historia nos traslada a Egipto, en 1890, donde el pintoresco grupo formado por el millonario Lord Edwards y su esposa Valerie, Sir Ronald Gilling, Terence Grant, una arqueóloga llamada Yvonne Mimieux, y el periodista David Keith, están a punto de entrar en la tumba de Ekothep IV, un sepulcro que extrañamente ha sido respetado por los saqueadores de tumbas, debido a la leyenda que circula sobre el mismo.

Como ya os habréis imaginado, muy pronto se desata el horror sobre El Cairo, de una forma que puede acabar con toda la humanidad si no se detiene pronto.

Nuestros protagonistas se convencerán de que todo ha acabado, sin sospechar que muy pronto el terror se trasladará al mismísimo Londres.

Otra gran novela de terror de Juan gallardo Muñoz, con su característica ambientación victoriana, y con su habitual profusión de datos, con un buen número de pies de página explicativos, y gran cantidad de referencias a la cultura egipcia, incluyendo algún pasaje del libro de los muertos.

Como curiosidades de la novela, destacaría tres cosas:

  • El personaje de Ivonne Mimieux está claramente inspirado en la actriz Ivette Mimieux, protagonista de diversas películas entre la que destacaría “El tiempo en sus manos” (1960) y “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” (1962). La descripción física del personaje de la novela se ajusta bastante a la de la actriz.
  • En la novela aparecen los personajes secundarios de Lord Howard Byron y su hermana Hazel, en un claro homenaje a Lord Byron (que falleció en 1824) y su hermana Augusta, con la que por cierto mantuvo relaciones incestuosas.
  • Como es habitual en el escritor, se hacen varias referencias a nuestro querido Jack el Destripador.

Incluso los crímenes de Jack el Destripador, allá en el lejano, brumoso y siniestro Whitechapel londinense, palidecerían ante el impacto de aquella noticia

Nuestra capital no sólo ha dado un Destripador últimamente, sino un Carnicero, un Sanguinario, un Degollador, y no sé cuantos encantadores caballeros asesinos más, en los últimos años…

Frank King la maldicion de las momiasUna gran historia de Curtis Garland, el mejor homenaje posible que podía dar la literatura popular a la Momia.

En 1977 Frank King (Francisco josé Iñigo Martín) nos da su versión del mito, en La maldición de las momias, en el nº 74 de la colección Terror Easa. Por desgracia no dispongo de ese título, así que no puedo dar mayor información al respecto.

ST 298-Adam Surray-La momia vivienteEn último lugar encontramos en el nº 298 de Selección Terror de Bruguera “La momia viviente”, de Adam Surray, que nos ofrece con su particular estilo gore una visión del fenómeno de la momia, personaje que por cierto volvería a aparecer de forma tangencial en otra de sus novelas, “El anticuario”, nº 415 de la misma colección.

Las momias suelen asociarse de forma inconsciente al antiguo Egipto, pero la realidad es que en muchas civilizaciones se han empleado las técnicas de embalsamamiento con el fin de honrar la figura de los muertos, y España no es una excepción. Al margen de las momias guanches de las Islas Canarias, sin duda el máximo exponente de este fenómeno antropológico en nuestro país, se pueden encontrar más ejemplos, pero como esta reseña trata de maldiciones y reseñas, voy a centrarme en un inquietante caso: la hija del Doctor Velasco, una de las más siniestras leyendas urbanas de la ciudad de Madrid. Dada la naturaleza de las leyendas, es complicado separar la realidad de la fantasía, pues en general se suelen dar por sentadas ciertas cosas que no son ciertas, así que he intentado atenerme a los hechos.

velascodoctor2El Doctor Pedro González de Velasco (23 Octubre de 1815 – 21 de Octubre de 1882) fue un reputado cirujano que hoy da nombre a la calle del Dr. Velasco de Madrid. Este eminente doctor, que ocupaba plaza en el Hospital Clínico San carlos (el actual Museo Reina Sofía, también con una siniestra historia), empleó todos sus ahorros en la construcción de una mansión que, además de servirle como residencia, emplearía como museo personal para la importante colección etnológica que poseía de sus numerosos viajes al extranjero, en los que había ido adquiriendo conchas marinas, minerales, plantas y esqueletos. Se podía considerar como el típico gabinete de historia.

No es muy conocido que el Doctor Velasco ya había empleado sus dos domicilios particulares anteriores (en la Calle Atocha 135 hasta 1864, y en la Calle Atocha 90 de 1864 a 1874)  como Museos anatómicos, exhibiendo todos sus tesoros científicos, dirigidos especialmente a estudiantes de medicina, a los que cobraba una cuota para el estudio de los mismos. En 1860, cuando vivía en Atocha 135, ya se hablaba de que tenía en su despacho una momia vestida de blanco (su hija vivía todavía, así que no era ella), una cabeza de jíbaro, y gran cantidad de restos óseos relacionados con todo tipo de enfermedades.

momia hija doctor velasco cronica 1935El caso es que la nueva residencia era un edificio de estilo neoclásico, cuya construcción se inició en 1873 y finalizó en 1875 bajo la dirección como arquitecto del Marqués de Cubas, y que alberga en la actualidad el Museo Nacional de Antropología, justo enfrente de la estación de trenes de Atocha, desde que la viuda del Doctor vendió el edificio y su contenido al estado en 1889, 7 años después de la muerte de su marido (inicialmente el edificio se utilizó como una sede del Museo de Ciencias Naturales).

El Doctor Velasco comenzó a vivir en esa casa en 1874, en compañía de su mujer, Engracia Pérez Cobo, trasladando su gabinete de curiosidades que por entonces exhibía en su domicilio en la calle Atocha 90 a este edificio de grandes proporciones, planificado con la idea de servir de Museo.

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Museo Nacional de Antropología, antigua vivienda del Dr. Velasco

Nueve años antes, Concha, la única hija de la pareja (por cierto nacida sin que los padres estuvieran casados, pues contrajeron matrimonio poco antes de su fallecimiento gracias a una dispensa papal), había contraido el tifus, cuando la niña tenía tan sólo 15 años, y no mejoraba con el tratamiento que le había recetado el Dr. Benavente, amigo personal de Velasco (y padre por cierto del escritor Jacinto Benavente). Desesperado por la situación, cada día más crítica, su padre le administró por cuenta propia un purgante que, según creyó, pondría fin a su enfermedad, pero que tuvo el efecto contrario, pues la pequeña tuvo una hemorragia interna que acabó con su vida el 12 de Mayo de 1864, cuando aún vivían en la calle Atocha 90 (hoy nº 92).

Antes de enterrarla, el Dr. Velasco empleó todos sus conocimientos técnicos en la materia para embalsamar a la niña.

La realidad es que Velasco nunca llegó a superar la muerte de su hija, e inundó todos los rincones de la casa con fotografías y recuerdos de ella. Cuentan que llevó a su cuarto todas las muñecas de Concha, y que hasta su carruaje, contaba con una imagen de su hija. Su obsesión llegaba al punto que una vez terminada la nueva mansión, en 1875, hizo construir en su interior una capilla en su honor.

Incapaz de superar su ausencia, el doctor recurrió a todos sus contactos, y valiéndose de su condición como médico consiguió un permiso para exhumar el cadáver de su hija (11 años después de haberla enterrado), transportándolo a su casa desde el Cementerio de San Isidro, con el absoluto rechazo de su mujer, a la que ignoró por completo. Su intención era que los restos de toda la familia descansaran juntos en el Salón principal del Museo cuando les llegara la hora.

Según el relato del Dr. Pulido, discípulo de Velasco y uno de los profesionales más reputados de la época, cuando se abrió el ataúd, se encontraron con un cuerpo perfectamente conservado que le daba un aspecto macabro y sobrenatural. El Dr. Velasco no pudo resistirlo y se abalanzó sobre el cuerpo, abrazándolo con sumo cuidado, dando muestras por vez primera de felicidad desde que falleció su hu hija.

Velasco decidió en ese momento que no volvería a separarse de su hija, y que ésta le acompañaría el resto de su vida, aunque fuera en ese estado: como una momia. Así, el cuerpo de Concha estuvo expuesto en una de las salas de la parte privada de la mansión (por tanto nunca se expuso al público, como cuenta la leyenda), y una vez completado el proceso de momificación de forma efectiva, su padre ordenó que la vistieran, maquillaran, peinaran y adornaran con las más exclusivas joyas, intentando darle el mismo aspecto que tuviera en vida.

La historia de la momia de Concha se extendió por toda Madrid como la pólvora. Se empezó a publicar en diversos medios que el Dr. Velasco hablaba constantemente con ella, que la sentaba a la mesa y hasta la llevaba a pasear al parque del Retiro. Incluso se dijo que fue visto con el antiguo novio de la niña, el también doctor Teodoro Muñoz Sedeño (ayudante del Dr. Velasco), subiendo por la noche a un carruaje con el cuerpo de una mujer vestida de novia, para llevarla al teatro.

Tras la publicación de todos estos bulos, probablemente eralizados de forma malintencionada por motivos políticos, la presión familiar sobre el Dr. Velasco hizo que, finalmente, y pasados los años, se le diera por fin sepultura a Concha, inicialmente bajo el suelo de la misma mansión, para ser finalmente trasladado al Cementerio de San Isidro tras la muerte del Doctor, a instancias de su esposa.

El Doctor Velasco falleció el 21 de octubre de 1882, siendo su cadáver embalsamado y expuesto durante dos días en el salón central del Museo, donde recibió miles de visitas, y donde posteriormente fue enterrado, junto a los restos de su hija, que como ya hemos dicho antes, muy pronto sería trasladada  al cementerio de San Isidro (donde acabaría también su padre).

momia hija velascoLa cosa hubiera acabado ahí, si no fuera porque en una sala de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid se encontró el cuerpo momificado de una niña con una etiqueta que decía “543, momia de la hija del Dr. Velasco” (Esa momia, por cierto, aún se conserva en la Facultad de Medicina).

Esto hizo que se difundiera la idea de que el prometido de Concha, el Doctor Muñoz Sedeño, había cambiado el cuerpo enterrado en el cementerio de San Isidro, llevándoselo a la Facultad de Medicina, donde era catedrático suplente. Según esta versión, el desolado enamorado bajaba cada tarde a los sótanos de la facultada para hablar con su novia, de donde subía en un estado de clara embriaguez.

Todos estos hechos, añadiendo que muchos autores recurrieron a este tema   –incluyendo a Ramón J. Sender, que le dedicó un relato-, hicieron que la leyenda se consolidara hasta nuestros días.

En los años 60, al trasladar los restos del Doctor Velasco al nicho familiar en el Cementerio de san Isidro,  se pudo comprobar que el cuerpo momificado de la desventurada Conchita reposaba efectivamente allí mismo, por lo que definitivamente se verificó que la momia que había aparecido en la Facultad de Medicina tenía que ser de otra persona. Tras una investigación llevada a cabo en 1999 por el Dr. Enrique Dorado, se llegó a la conclusión de que el cuerpo encontrado era de Carmen Taín y Perdiguero, una niña muerta por una tisis pulmonar y cuyo cuerpo fue entregado al Dr. Velasco en 1873 por el padre de la niña, también doctor, para su investigación, y de ahí la confusión con la etiqueta, redactada al parecer por alumnos de medicina que realmente pensaron que se trataba del cuerpo de Concha. Esta niña, Carmen, al parecer, fue enterrada en un nicho defectusoso, y se momificó por las características químicas de un arroyo que pasaba junto al cuerpo.

En un apartado de prensa en marzo de 1873 figura lo siguiente: “Se ha autorizado a D. Manuel Taín para trasladar al museo anatómico patológico del doctor González de Velasco el cadáver momificado de la hija de aquél, que falleció hace seis años a los 13 de edad”.

En cualquier caso, pasados los años, diversos expertos apuntan a que la mayoría de historias que rodean a la hija del doctor Velasco es fruto de la superstición, lo que no quita que los hechos reales ya sean de por sí suficientemente inquietantes.

Recomiendo desde aquí a toda persona interesada en conocer a fondo esta fascinante historia la lectura de “La niña”, de Luis Ángel Sánchez Gómez, un extraordinario trabajo de investigación sobre el tema.

¿Os imagináis lo que hubiera podido salir si Curtis Garland hubiera manejado este material? Tal vez el resultado fuera demasiado horrible, demasiado cercano.

 

 

 

¿Más momias en la novela popular?. Habrá que seguir investigando

4 comentarios en “EL ETERNO DESPERTAR DE LA MOMIA

  1. En relación con este tema sugiero la lectura de «El papiro de Saqqara» (Pauline Gedge, 1990) que cuenta la interesante historia de Khaemuast – cuarto hijo del faraón Ramsés II – a partir del hallazgo de un pergamino cosido a la mano de una momia, que cree que es el Pergamino de Thot, fuente de vida para los antiguos egipcios…

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    • Me alegra que alguien saque a relucir a Pauline Gedge, una verdadera especialista en la novela histórica ambientada en Egipto, y de la que sin embargo yo prefiero «Aguilas y Cuervos», situada en la invasión de Britania por lo romanos. De cualquier modo tomo nota de su recomendación, pues esa no la he leído.

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