TOMÁS SALVADOR

Tomás Salvador

Vamos a hablar de otro gran autor español, ganador en 1960 del premio planeta por su novela “El atentado”, y prácticamente olvidado hoy en día. Como ha pasado en otras ocasiones, la presencia de Tomás Salvador en un blog de novela popular puede resultar injustificada para muchos de los que lean esto, pues no se ajusta a las características de los escritores que de forma habitual son recordados en estas páginas, pero creo que no está de más rendirle un merecido homenaje, aunque sea desde este modesto blog. Nuevamente la colección Pulga puede servirme de excusa para traer al blog a este escritor, pues publicó en esta colección –ya comentada en otros artículos- tres títulos, correspondientes a algunos de sus relatos cortos:

Braulio el Insomne (Enciclopedia Pulga Nº 113, Ed. G.P., 1954).

Clamor al infinito (Enciclopedia Pulga Nº 373, Ed. G.P., 1956-57).

Lluvia caliente (Enciclopedia Pulga Nº  451, Ed. G.P., 1958).

Tomás Salvador Espeso nació en Villada, Palencia, el 9 de marzo de 1921 y falleció en Barcelona el 22 de junio de 1984, el año del Gran Hermano (el de Orwell, por supuesto).

Según la propia descripción del autor sobre su pueblo natal, que comparaba con “La Aldea perdida” de Palacio Valdés, Villada era “casuchas que entonces me parecían enormes; un río seco que cuando se enfadaba, lo inundaba todo; mucho campo, muchos saltamontes, mucho pájaro… y eso sí, una libertad salvaje”.

Poco recordaba el autor de su lugar de nacimiento, salvo pequeñas anécdotas como el incendio de la iglesia del pueblo, o a una mujer ahogada a la que sacaron del pantano de los pelos, pero esos pocos recuerdos le sirvieron para estructurar “Historias de Valcanillo”, su primera novela. Con tan sólo nueve años recaló en Madrid –en el barrio de Las Ventas, para ser exacto-, donde fue internado en la Fundación Caldeiro, lugar dónde estudió hasta los 15 años, no dejando la experiencia muy buen sabor de boca al autor:

Estudiando Bachillerato sin título; los pobres, los gratuitos, no teníamos derecho a ello; estudiábamos en un edificio aparte, con horas de recreo aparte”.

Esa falta de estudios sería para él una eterna carga, pues la elitista crítica literaria de la época siempre le tildaba de escritor descuidado y falto de preparación académica.

El estallido de la Guerra Civil española supuso un cambio radical en la ya de por sí precaria vida de Tomás. Como muchas familias españolas, Tomás, su hermano pequeño y su madre se vieron de repente aislados de su padre y su hermano mayor, que se encontraban en zona nacional (en Jaca), lo que le convirtió de la noche a la mañana en cabeza de familia forzado, viéndose obligado a abandonar los estudios para ponerse a trabajar de lo que fuera: alpargatero, peón de albañil, buscador de carbonilla y desechos en los vertederos… . Siempre comentaba en las entrevistas que pasó mucha hambre, pero también recuerda que para refugiarse del frío empezó a pasar muchas horas en las bibliotecas públicas, dónde se convirtió en un lector voraz, aunque en ningún momento pensó que se convertiría en escritor.

Durante la guerra civil española, Salvador se incorporó al ejército republicano en 1938, con la “leva del biberón”, lo que motivó que al finalizar la contienda acabara recluido en el campo de concentración del Monasterio de Santa María de la Huerta, a pesar de que no llegara a combatir en ningún momento. Solo gracias a la mediación de su hermano mayor, que había alcanzado el grado de sargento en el bando nacional, consiguió salir libre.

En 1941, con tan sólo 19 años, sin estudios ni trabajo, después de afiliarse a las FET y de las JONS, se alistó en la División Azul, probablemente como medio de supervivencia y para limar asperezas con el Régimen por su pasado republicano. Con la División Azul permaneció en Rusia hasta 1943, obteniendo varias medallas por su intervención en combate, dejando testimonio de su experiencia, en su célebre obra  “División 250” (1954), una novela en la que curiosamente se intenta dar una imagen realista de lo que fue la División Azul, con miedos, dudas y deserciones de soldados, en un visión muy alejada de lo que pretendía vender el Régimen de Franco. Por lo visto Tomás Salvador salió de España en el llamado Regimiento Rodrigo, conocido por incorporar a los “voluntarios” menos convencidos de a dónde iban, por decirlo de alguna manera. No es por cierto División 250 el único acercamiento del autor a la temática, pues en Camaradas 74 (1975) el autor cuenta las impresiones y vivencias sobre la guerra de un grupo de supervivientes que se reúnen en el mencionado 1974 del título.

De regreso a España consiguió ingresar sin dificultades en el Cuerpo General de Policía, gracias a su paso por la División Azul, siendo destinado a Barcelona, ciudad en la que vivió el resto de su vida. Según cuenta el escritor Francisco Candel, su trabajo para la policía franquista « le dio fama de hombre del régimen, pero no lo era en absoluto. Al contrario, era más bien liberal e intentó abrir vías de convivencia. En algunas ocasiones intercedió por otros escritores amenazados por la policía, o incluso por mí mismo. Aún le recuerdo gritando a un superior: ¡Que no son rojos, coño, que son católicos progresistas!«. El propio Candel aseguraba que Tomás tenía un carácter liberal, y que desde su posición en la policía actuó intercediendo en nombre de otros escritores perseguidos por la dictadura.

Los motivos por los que Tomás da el salto como escritor siendo policía, los explicó el propio autor en una entrevista en 1968:

Curiosamente la sordera que le provocó el estallido de una granada en el frente soviético (en una trinchera en Nogdovod) no le impidió inicialmente seguir ejerciendo como policía, cuerpo donde permaneció hasta que se jubiló de forma anticipada en 1970 como lnspector de 3ª Clase (este dato lo he obtenido de un artículo en la revista “Policía”, publicado en abril de 2013).

Un compañero me dijo: ¿Por qué no te haces de la policía secreta? Aquello me pareció enigmático, aventurero, y efectivamente me hice policía; me destinaron a Barcelona; me quedé sordo al poco tiempo, al cabo de un año, y me refugié en los libros. Y diría yo, llegué a un punto de saturación en el que pensé: que me lean a mí”.

Publicó su primer cuento en 1950, y a partir de ahí se inicia una prolífica carrera en la narrativa corta, casi siempre de carácter humorístico y que recogió en varias colecciones tituladas con el nombre de uno de sus más famosos personajes, el gorrón Manolo: “Les presento a Manolo”, “Vuelve Manolo”, “Manolo el humorista”, “Manolo el filósofo” y “¡Ave, Manolo!”, entre otros. En 1952 es finalista del Premio Nadal con “Historias de Valcanillo”, su primer libro, escrito en 1951.

A esta novela le seguirían “Garimpo” (1952), escrita en colaboración con su cuñado José Vergés; “La Virada” (1953), premio del Instituto de la Cultura Hispánica; “Esta noche estaré solo” (1953), premio Ciudad de Barcelona; “Cuerda de presos” (1954), premio Nacional de Literatura; o “Los atracadores” (1955), obra en la que muestra toda su experiencia como policía.

El éxito de su obra entre el público, y el reconocimiento literario logrado con los premios obtenidos hace que empiece a trabajar como colaborador de numerosas publicaciones, especialmente en el periódico La Vanguardia.

En 1959 escribe “La Nave”, su primera obra de ciencia ficción considerada por muchos (erróneamente, por supuesto) como la primera novela de ciencia ficción española.

“La Nave” es una interesante novela de ciencia ficción, una auténtica rareza para la época -al margen de la literatura popular de quiosco-,  que nos traslada a una enorme nave espacial cuyo objetivo es colonizar las estrellas. Por problemas técnicos la nave se pierde, de modo que cientos de años después se ha convertido en un micromundo habitado por los embrutecidos descendientes de la tripulación original, que desconocen su origen. Cualquiera que haya leído “La nave estelar”(1958), de Brian W. Aldiss encontrará muchas similitudes entre ambas historias, al igual que ocurre con “La cárcel de acero”, de Domingo Santos, otra obra sobre micromundo dentro de una nave espacial, aunque esta vez se plantea la narración desde un punto de vista religioso. Una de las originalidades de la novela de Tomás Salvador es que la microsociedad de la nave está dividida en dos facciones: los  kros (de raza blanca) y los witt (de raza negra), siendo éstos últimos la raza dominante, algo impresionante para el año 1959.

Para este género escribió años después, dirigidas a un público más juvenil, “Marsuf, vagabundo del espacio” (1970) y sus dos continuaciones (“Nuevas aventuras de Marsuf”, en 1951, y “Nuevas historias de Marsuf”, en 1977); “Dentro de mucho tiempo” (1961), un maravilloso libro de relatos; así como la trilogía de Martin Lord, compuesta por los títulos T, K (killer), e Y, que no he tenido ocasión de leer.

En 1960 alcanza la cumbre de su carrera literaria al ganar el premio Planeta por su novela “El atentado”, cuya trama gira alrededor de un hombre que va a morir asesinado.

Podría pensarse que un autor reconocido, con buenas cifras de ventas, y encima ganador del suculento premio económico que proporcionaba el Planeta, no debiera tener problemas de índole monetario en su jublilación, pero la realidad para Tomás Salvador fue bien distinta.

Tras ganar el Planeta (y recordemos que continuaba en activo como policía), invirtió una gran cantidad de dinero en Ediciones Marte, empresa que pasó a dirigir en 1970, y donde centró todos sus esfuerzos en la tarea editorial, especialmente dando oportunidades a nuevos talentos como Carmen Kurtz, Javier Tomeo, o Francisco Candel entre otros, aparte de editar libros sobre la División Azul, a la que estaba íntimamente ligado. Se arruinó. Hasta tal punto, que acabó sobreviviendo gracias a que regentaba un pequeño quiosco de prensa en la plaza Catalunya de Barcelona, desde donde probablemente vendería miles de las novelitas de las que hablo en este blog.

En el campo de la literatura popular, realmente poca participación directa tuvo al margen de los mencionados libros editados en la colección Pulga, y unos pocos cuentos policiacos publicados como parte de algunos de los recopilatorios de Acervo, “Antología de los mejores relatos policiacos”, interesante colección que inicialmente publicaba relatos de autores extranjeros, para empezar a incluir cuentos de escritores españoles, entre los que se encontraban algunos de los sospechosos habituales de la literatura de quiosco, que emplearon en esta ocasión su nombre auténtico: Enrique Jarnés Bergua, Carlos Clarimón, Antonio Gónzalez Morales (que también publicó un relato como Inglis Carter y otro como André Picot), Francisco Cortés Rubio, Joaquín Ruiz Catarineu, Francisco  Faura Peñasco….y el propio Tomás Salvador.

En concreto los relatos de Tomás salvador en estos recopilatorios son los siguientes:

Las horas grises. Tomo XI

La pistola perdida. Tomo XIV

El grano de mijo. Tomo XV

Juego para no Esperar. Tomo XVIII

Debo hacer una reflexión sobre el autor, del que tengo la sensación –a raíz de lo que se desprende de las entrevistas en prensa que he podido leer para la redacción de este artículo- que se sentía en cierta forma avergonzado de parte de su obra, imagino que fruto de los constantes desprecios de la crítica literaria, que tildaba su escritura de ruda y desmañada, algo que ligaban a la falta de preparación académica del autor a la que aludía al inicio de la reseña.

Hace tiempo que no leía nada de Tomás Salvador. En mi juventud recuerdo haber leído sus libros de Marsuf, “La Nave”, e incluso “División 250”. Puedo asegurar que guardo un grato recuerdo de dichas obras.

A ráiz de esta reseña, y como parte de mis deberes, he leído unas cuantas cosas más, incluyendo sus relatos policiacos, que no conocía. Igualmente he leído un libro de cuentos juveniles que publicó en su día Lumen llamado “Dentro de mucho tiempo”, un conjunto de cuentos infantiles que desbordan fantasía y con inolvidables personajes como el Alférez Dick Mileto. Debo decir que me ha parecido magnífico. Desde mi punto de vista su obra tiene una frescura y espontaneidad de la que carecen escritores con mayor formación académica, a veces más preocupados de los formalismos estilísticos que de la narración en sí.

Desde aquí, un homenaje a Tomás salvador, polifacético autor que tocó prácticamente todos los géneros literarios, un escritor que adquirió el gusto por la novela en las bibliotecas donde se refugiaba del frío, pero que hubiera cambiado –según sus propias palabras- toda su obra a cambio de haber sido capaz de escribir un buen soneto.

Me gustaría recomendar estos dos enlaces para ampliar información sobre el escritor.

Artículo de Febrero de 2012: https://blogs.elpais.com/bulevares-perifericos/2012/02/me-acuerdo-de-tom%C3%A1s-salvador.html

Blog negritas y cursivas https://negritasycursivas.wordpress.com/tag/ediciones-marte/

2 comentarios en “TOMÁS SALVADOR

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