LA REALIDAD SUPERA A LA FICCIÓN: WILBURN O. HOGUE, O COMO APRENDÍ A DEJAR DE PREOCUPARME Y AMAR LA BOMBA

En estos tiempos convulsos en los que la guerra fría parece resurgir de la tumba, y con la posibilidad de un invierno nuclear mucho más cerca de lo que nos gustaría, he considerado oportuno sacar a relucir a uno de esos autores con una vida sorprendente, y que resulta perfecto para el caso que se nos plantea.

Wilburn Oswald Hogue

El 2 de Agosto de 1939, Albert Einstein, un pacifista declarado, envió una carta a Roosevelt que acabaría cambiando el curso de la historia. En su misiva, avisaba al entonces presidente de Estados Unidos de que la Alemania Nazi podía estar desarrollando una bomba atómica. Einstein explicaba que estaba convencido que a partir del Uranio se podía generar una nueva e increíble fuente de energía causada por una reacción en cadena, y que esto podía derivar en el desarrollo de un arma de terrible poder. Advertía que Alemania estaba haciendo acopio del uranio de las minas de Checoslovaquia, y que Estados Unidos debía hacerse con una fuente de este raro elemento. Resumiendo: sin Uranio, no hay bomba atómica.

Este fue el germen de una carrera entre Estado Unidos y Alemania para ver quien era capaz de construir la primera bomba nuclear, algo que podía decidir el rumbo de la guerra en un abrir y cerrar de ojos.

Estados Unidos tenía pocas opciones: en Canadá había pequeñas cantidades de Uranio, pero de muy baja calidad energética. La antigua Checoslovaquia estaba ocupada por la Alemania nazi, así que no era una opción. África era la solución más obvia, en particular el antiguo Congo Belga (actual República democrática del Congo), que poseía la mayor mina de Uranio conocida del mundo: las minas de Shinkolobwe, dirigida por la gigantesca empresa minera belga Union Meniere du Haut Katanga (UMHK), una compañía que empleaba trabajadores locales en un régimen de semiesclavitud, y a los que condenó a una muerte espantosa al ignorar los efectos de la radiación.

Dicha compañía mantuvo el monopolio de la explotación del Uranio a nivel mundial hasta 1940, año en que Alemania ocupó Bélgica, lugar donde la UMHK refinaba el Uranio que extraía del Congo.

Hay que decir que el Congo también estaba en esos momentos en el punto de mira de Alemania, con riesgo serio de ser invadida en cualquier momento, con toda probabilidad conocedores de la importancia estratégica de sus recursos naturales, entre los que se encontraba el Uranio (los alemanes ya trabajaban desde hace un tiempo en el proyecto Uranio). Tras la invasión de Bélgica por los alemanes, el Congo se mantuvo fiel al gobierno en el exilio, y de hecho apoyó tenazmente a los aliados durante la guerra en África aportando las tropas de la Fuerza Pública (su ejército colonial), aparte de por supuesto una ingente cantidad de recursos imprescindibles para la economía bélica, como por ejemplo el caucho. Pero la amenaza era clara. Toda la zona era un polvorín, con parte de la población congoleña con simpatías hacia la causa alemana, y con un entorno absolutamente hostil, pues recordemos que la vecina Angola era por entonces una colonia portuguesa, país que apoyó abiertamente a Hitler durante el conflicto mundial. La zona se convirtió en un hervidero de espías de uno y otro bando.

Por suerte para Estados Unidos, hacia finales de 1940, el director de la UMHK, Edgard Sengier, ya había comprendido el peligro de que el uranio cayese en manos alemanas, así que decidió transportar a Nueva York unas 1.250 toneladas de Uranio directamente desde el Congo en lugar de trasladarlas a Bélgica. Todo ese material permaneció almacenado durante más de dos años en Staten Island dentro de bidones de acero, en un almacén propiedad de la Societé Genérale de Belgique, una filial de la UMHK.

El 9 de octubre de 1941, dos meses antes del ataque a Pearl Harbour, Rooselvelt dio el visto bueno al proyecto Manhattan, y para su suerte, pudo comprar el uranio almacenado en Staten Island (el general Leslie Groves se enteró de que todo ese uranio se encontraba ya en el país), y se inició el proceso para la adquisición de otras 1.500 toneladas procedentes de las mencionadas minas del Congo: tras una reunión del general Kenneth Nichols (uno de los mandamases del Proyecto Manhattan) con Edgard Sengier (director de la UMHK), se alcanzó un acuerdo de exclusividad para la compra del mineral que era requerido para acabar el proyecto. Hay que señalar que esta mina era excepcional en cuanto a la calidad del uranio, con una pureza del 65% (para hacerse una idea, el uranio canadiense o el de Checoslovaquia explotado por los nazis no llegaba al 1%).

Edgard Sengier fue por cierto condecorado en 1946 con la medalla del mérito de Estados Unidos, por su contribución a la victoria aliada. Fue el primer civil no estadounidense en recibir esta distinción.

Los mineros de Shinkolobwe trabajaron a destajo en este periodo, en penosas condiciones y a manos descubiertas, y se estima que bastaron tan sólo 2 semanas de trabajo para recibir una exposición letal de radiación.  Por si esto hubiera supuesto no pocas víctimas directas, la mina radió toda la zona, incluidos los suministros de agua y alimentos en muchos kilómetros a la redonda, e incluso muchas de las casas de los mineros se construyeron directamente con materiales altamente radioactivos que en muchos casos siguen hoy en día en pie.

Ha habido cientos de estudios sobre las víctimas de las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, y de los efectos a largo plazo de la radiación sobre la población, y, sin embargo, se desconoce el número de fallecidos de forma directa o indirecta por la extracción del Uranio del Congo. Desde 1936 hasta 1960 no hubo el más mínimo protocolo ni medida de seguridad en relación con la extracción de este elemento, así que el alcance real de la exhaustiva actividad realizada durante esos años es un completo misterio, aunque dada la experiencia obtenida sobre los supervivientes de Hiroshima y Chernobyl, no es difícil de imaginar. Menciono el año 1960, porque es cuando el Congo obtuvo la independencia de Bélgica, a pesar de lo cual la todopoderosa empresa minera Belga UMHK apoyó la secesión de la provincia de Katanga (donde casualmente se encontraban las minas), e incluso hubo denuncias de ser la mano en la sombra tras el asesinato de Patrice Lumumba, el primer ministro del Congo tras la independencia, y que quería nacionalizar la explotación de las minas, algo que finalmente ocurriría en 1966 con el Presidente Mobutu Sese Seko. Desde 1960 el país se ha visto envuelto en una constante sucesión de guerras civiles que ha provocado el mayor número de bajas desde la II Guerra Mundial (hay estimaciones de más de 6 millones de personas fallecidas)  y que el Congo se encuentre entre los países más convulsos del mundo, algo que por cierto supone un gran problema de seguridad mundial, al circular sin control enormes cantidades de plutonio que podrían llegar a las manos equivocadas (y en mi opinión, en estos temas todas las manos son equivocadas). El Congo Belga pasó a ser el Estado libre del Congo, luego Zaire, actualmente República Democrática del Congo, y mañana, quién sabe.

El caso es que, como ya sabemos, Pearl Harbour fue bombardeada, y Estados Unidos entró en la guerra definitivamente. Uno de los temas que surgieron es que sorprendentemente Estados Unidos no disponía de un servicio de inteligencia efectivo, y el ataque a Pearl Harbour era la mejor prueba de ello. Hasta el inicio de la II Guerra Mundial, los asuntos de inteligencia estaban repartidos entre diferentes departamentos gubernamentales, sin ningún tipo de coordinación, hasta el punto de que el Ejército y la Armada empleaban códigos cifrados diferentes. De este modo, aconsejado por un espía canadiense llamado William Stephenson, y bajo la batuta del veterano William Joseph Donovan, Roosevelt crea en 1942 la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS en inglés), el verdadero antecedente de la CIA.

William “Wild” Donovan fue el corazón del OSS en su origen, todo un personaje cuya personalidad puede resumirse en una anécdota que, como siempre, no sé si es real o una mera leyenda urbana. En junio de 1944 Donovan y el coronel David Bruce (jefe de la OSS en Inglaterra) formaron parte directa de las fuerzas invasoras, y en un momento dado se encontraron acorralados bajo el fuego de una ametralladora nazi, sin posibilidad de escape, y armados únicamente con sus pistolas reglamentarias. El general Donovan se dirigió a Bruce y le dijo: “yo dispararé primero”. Bruce, totalmente sorprendido, le respondió que “no creía que pudieran hacer nada con sus dos pistolas contra la ametralladora”, a lo que Donovan replicó diciendo: “No me ha entendido… quería decir que, si llegamos a estar en peligro de ser capturados, le dispararé yo primero y luego me pegaré un tiro. Después de todo, sigo siendo su Oficial Superior”.

Lo más sorprendente de todo es que, con independencia de si la historia anterior es o no real, lo que es totalmente cierto es que Donovan ejerció como oficial en primera línea de batalla durante la guerra, algo increíble e impensable hoy en día para un cargo de su importancia estratégica.

La recién creada OSS se puso a reclutar de forma inmediata a personas que pudieran servir a los intereses de la organización en todo el mundo, llegando a disponer en su momento álgido de una plantilla de 13.000 personas, de los que la cuarta parte eran civiles, y 900 mujeres.

En este punto es donde aparece el protagonista de nuestra historia.

En la colección Rastros, de la editorial ACME, concretamente en su número 113, nos encontramos una novela firmada por un tal Carl Shannon llamada El monte Sagrado, publicada en 1950 por primera vez en castellano. La novela es en realidad la traducción de Fatal Footsteps, novela publicada en 1948 y cuya autoría corresponde a Wilbur Owings Hogue, verdadera identidad de un escritor ocasional que publicaba sus obras de misterio como Carl Shannon, y como Dock Hogue una serie de aventuras juveniles protagonizadas por Bob Clifton.  Wilbur Owings «Dock» Hogue nació el 23 de septiembre de 1.909, en Boise, y murió el 15 de abril de 1.952 en Chicago. Wilbur, al que llamaban Dock porque por lo visto odiaba su nombre,  creció en Idaho, y allí se casó con Ruth West en 1940.

El motivo por el que este autor ha acabado en la sección de La realidad supera a la ficción, es que nos encontramos con un personaje que participó de forma muy directa en la fabricación de las bombas atómicas que se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki.

Nuestro protagonista era ingeniero de profesión, y como tal trabajó para la Firestone rubber company en Liberia desde 1936 a 1941. Precisamente su capacitación como ingeniero, y su experiencia en África, llamó de inmediato la atención de los Servicios de inteligencia de Estados Unidos. En 1942 fue reclutado por la División de Inteligencia Secreta de la mencionada OSS, y fue enviado como asesor en la embajada americana en Beirut, Líbano, claramente como una tapadera. La realidad de su trabajo es que, tras ser entrenado en Maryland, se convirtió en uno de los 93 agentes desplegados en el continente africano por la OSS. Hogue no fue además un agente cualquiera, pues fue el responsable directo de establecer las redes de agentes en Liberia y Costa de Marfil para espiar a los agentes enemigos, recopilar información militar y económica secreta, y evitar que los alemanes capturasen el mineral de uranio que se extraía desde la mina Shinkolobwe a los Estados Unidos. Ni siquiera Hogue conocía en ese momento el uso final del Uranio, ni tampoco su peligrosidad. La actividad de los agentes del OSS permitió asegurar los envíos del Uranio a Estados Unidos, impidiendo por un lado diversas operaciones de sabotaje por parte del Eje, e interviniendo en múltiples actuaciones para mantener un complicado equilibrio estratégico en una zona geográfica que era un auténtico polvorín político.

La triste realidad es que muchos de los agentes más cercanos al mineral de uranio murieron por su causa de muertes tempranas. Entre ellos, el propio Hogue, que murió a los 42 años de cáncer de estómago en Chicago. La persona que lo reemplazó, Henry Stehli, murió con 52 años víctima de un cáncer cerebral, y Doug Bonner, otro de los colaboradores directos de Hogue, falleció a los 58 años víctima de otro cáncer.

Wilbur Owings Hogue está enterrado en Kuna, Idaho, en una discreta tumba con una pequeña inscripción con su nombre, fecha de nacimiento y de fallecimiento, sin ninguna mención a su labor durante la guerra, ni a su carrera como escritor.

Nos encontramos por tanto con un escritor que participó de forma directa en la fabricación de las bombas atómicas que se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki. Como hobby, escribió con el seudónimo de Carl Shannon (el nombre de su hermano), destacando especialmente por sus libros para niños sobre el personaje de Bob Cliffton, y en la literatura de misterio por su novela de 1.947 Lady, that´s my skull, aunque también publicó artículos científicos y relatos cortos en diferentes revistas. Sus novelas de Carl Shannon eran más de aventuras que policiacas, y para su redacción se basó en sus propias experiencias como espía. Asi nacen sus novelas sobre caza de espías, como la mencionada Lady thats my skull (1947); Fatal Footsteps (1948) -publicada en Rastros- y Murder me never (1952).

MAURICE PROCTER Y EL CARNICERO DE HALLIFAX

Maurice Procter

Maurice Procter (4 de febrero de 1906 – 28 de abril de 1973) fue un novelista inglés nacido en Nelson, Inglaterra. Sus padres fueron Rose Hannah y William Procter, un artesano del sector textil, que tuvieron otros dos hijos, Edward y Emmot. Maurice asistió a la Escuela Primaria Nelson antes de huir para unirse al ejército a los 15 años. Consigue alistarse mintiendo sobre su edad (algo bastante habitual en esos años), lo que hizo que sus padres intentaran revertir la situación a toda costa, tarea en la que no tuvieron éxito. Tras su servicio en el ejército, Maurice trabajó brevemente como tejedor en una fábrica de algodón de Lancashire.

Nuevamente la colección Rastros es una excusa para traer al blog una de esas historias más propias del argumento de una película o novela de serie B que de la vida real. Pues bien, la historia objeto de este artículo no solo ocurrió tal y como veremos a continuación, sino que llenó páginas y páginas de los diarios de la época. Y en el medio de este escabroso suceso nos encontraremos con uno de esos escritores de los que suele hablar este blog: Maurice Procter.

En 1927, Maurice ingresó en la policía. En ese momento, a un policía no se le permitía servir en su ciudad natal, por lo que tuvo que buscarse plaza en otra localidad, y la elegida fue Hallifax, una pequeña ciudad situada en el condado de Yorkshire del Oeste, en Inglaterra, a 272 km de Londres, que creció alrededor de la industria de la lana durante la revolución industrial, y que en la actualidad no alcanza los 90.000 habitantes. Una ciudad por cierto con un largo historial de extraños crímenes, y que sería un buen escenario para una novela de Stephen Kimg. Allí tenía Maurice su base en la comisaría de policía de King Cross, donde no sólo trabajaba, sino que también residió durante un tiempo. Más tarde se alojó en el 24 de Cromwell Street, alquilando una habitación en la casa propiedad de un electricista llamado Arthur Edwin Blakey y de su esposa Isabella, una pareja con tres hijas llamadas Phyllis, Eve y Winifred. Maurice se casó con la hija menor, Winifred, en 1933, en la Iglesia de Santa María, Lister Lane, Halifax.

La ciudad de Hallifax

Pues bien, Maurice prestaba en esos años su servicio policial como parte de la patrulla motorizada, que eran un grupo de agentes que cumplían sus labores de vigilancia encima de sus motos; labores absolutamente rutinarias, dado que Hallifax era una de esas poblaciones casi rurales en las que apenas se producían incidentes, al margen de pequeñas trifulcas entre vecinos, o algún que otro robo sin importancia. 

Todo eso cambiaría radicalmente en 1938, con el agente Maurice Procter patrullando tranquilamente con su moto las calles y caminos de Hallifax, sin sospechar que la tranquila población se iba a convertir en un infierno.

El 16 de noviembre de ese año, de noche temprana, dos mujeres de 21 años llamadas Mary Gledhill y Gertrude Watts volvían a casa a la salida del molino donde trabajaban, a unas seis millas de Hallifax, cuando fueron repentinamente golpeadas por lo que parecía ser un mazo o un hacha. Tras conseguir huir de su atacante, corrieron con sus cabezas llenas de heridas y llegaron aterrorizadas a la cabaña de Mr y Mrs Helliway. Lo único que recordaban del misterioso atacante que se desvaneció en la niebla es que era un hombre de unos 30-40 años, que iba con un abrigo largo y una capucha que le tapaba la cara, y del que solo consiguieron destacar que tenía una boca enorme y que llevaba unas llamativas hebillas metálicas en los zapatos.

Este hecho causó de primeras bastante inquietud, especialmente porque en Hallifax ya habían sufrido en 1927 los ataques de un psicópata llamado James Leonard que fue condenado a 6 meses de cárcel por acechar y cortar la ropa a seis mujeres de la ciudad. La figura de Leonard como sospechoso fue rápidamente desechada por la policía porque tenía rasgos físicos que le hacían muy reconocible (una nariz descomunal), y las mujeres atacadas lo descartaron de inmediato.

No sólo eso, la prensa local ya se encargó de empezar a sembrar el pánico al ligar este extraño suceso con el asesinato de un niño llamado Phyllis Hirst en la próxima localidad de Bradford tan solo unas semanas antes. El Hallifax Daily Courier publicó un artículo en primera página alertando de que nadie dormiría tranquilo hasta que el culpable fuera detenido.

El 21 de noviembre de ese mismo año, tan solo cinco días más tarde, otra mujer de 21 años llamada Mary Sutcliffe denunció que un hombre había intentado atacarla con un cuchillo cuando volvía de trabajar de la fábrica de chocolates Mackintosh a la altura de la calle Francis, donde se encuentra una iglesia que 15 años después sería protagonista del asesinato de una nña de 6 años. Tras lograr huir de su atacante, Mary descubrió al llegar a casa que tenía un corte en la muñeca que requirió 4 puntos de sutura. La descripción de su atacante: un hombre de 25-35 años, de 1,80 de estatura, vestido con un abrigo militar, y con unos ojos especialmente saltones.

El pánico se extendió por todo Hallifax, con la gente encerrada en sus casas, las mujeres saliendo a la calle con silbatos de policía y botes de pimienta, y los negocios con la persiana bajada, hasta el punto de que inmediatamente se organizaron patrullas ciudadanas por las noches para vigilar las calles. La policía local (con nuestro autor Maurice Procter entre ellos) inició sus primeras investigaciones, pero las descripciones de las mujeres atacadas eran muy confusas y totalmente inútiles.

El 24 de noviembre, otra mujer llamada Clayton Aspinall acudió aterrorizada a la comisaría a denunciar que un hombre armado con una navaja de barbero le había perseguido cuando estaba buscando fieles para la misa nocturna de la iglesia de St Andrews, alcanzándola a la altura de la escuela de arte situada en Jasper Street. Aspinall pudo ver a un hombre joven corriendo hacia ella, que la empujó y empezó a hacerle cortes en un brazo que empleó para protegerse la cara.  El hombre siguió corriendo, desapareciendo rápidamente de su vista. La descripción del atacante: un hombre de unos 30 años y 1,75 metros de altura, bien peinado, y tirando a pelirrojo. Importante que la víctima insistía en que el hombre debía ser de Hallifax, pues parecía conocer muy bien las calles al huir.

El Daily Courier de Hallifax emplea por primera el nombre de Hallifax Slasher para referirse al misterioso atacante, que yo he rebautizado como el carnicero de Hallifax, porque en castellano la palabra Slasher, derivada de Slash/cuchillada, no tiene una traducción adecuada (acuchillador no suena demasiado bien). La policía local ofrece las primeras recompensas a cambio de cualquier información.

El 25 de noviembre, al día siguiente del ataque a Clayton Aspinall, Un hombre llamado Percy Waddington apareció en la comisaría con cortes en una mano y en la espalda, gritando que había sido atacado por un hombre con una navaja de barbero cuando salía de su tienda, en Elland Lane.

Ese mismo día, otras tres mujeres fueron atacadas: Mrs Annie Cannon dijo haber sido atcada a las 6:20 de la tarde en Highroad Well; Mrs Alice McDonald en Ovenden pocos minutos más tarde; y finalmente Hilda Lodge, una mujer de 35 años, informó que también había sido atacada cerca de allí, en Green Lane, a las 22:00, cuando salió a comprar vinagre para hacerse unas patatas. Lodge se presentó en casa de un vecino con la cara y el antebrazo llenos de cortes. La descripción del atacante volvía a ser en todos los casos completamente inútil.

Hallifax en la actualidad

La misma noche del 25 se produce el segundo herido, pero en esta ocasión por una paliza que un grupo de vigilantes propinan por error a un hombre llamado Clifford Edwards, que lo único que hizo era acudir en ayuda de Hilda Lodge al oírla gritar. La policía tuvo que escoltarlo de vuelta a su casa porque la turba quería matarlo.

Esta noche disparó definitivamente el pánico, ya que era la primera vez que alguien presenta heridas importantes,  y porque el atacante, de carácter casi sobrenatural, parecía ser capaz de encontrarse en varios sitios a la vez. Se decide solicitar la ayuda de Scotland Yard ante la presión de una población que ahora ya se encontraba al borde de la histeria.

El 26 de noviembre otras dos mujeres denunciaron ataques similares, aunque sin daños personales: Leslie Nicholls, de 21 años, fue atacada a las 19:30 y Margaret Reynolds en Caddy Field sobre las 23:30.

El 27 de noviembre una joven de 19 años llamada Beatrice Sorrel entra gritando en la estación de bombreos gritando que ha sido atacada en un brazo (con heridas muy superficiales), y dice que tan sólo pudo ver un brazo con un guante blanco, y pocas horas después un hombre llamado Fred Baldwin recibe una brutal paliza por parte de otro grupo de vigilantes nocturnos que patrullaban en un lamentable estado de embriaguez.

El 29 de noviembre se produce una avalancha de sucesos:  Margaret Kenny denuncia haber sido atacada en Dean Clough a las 7:20 por un hombre bien vestido, de cara ancha, y con botas de agua, realizándole varios cortes en su brazo izquierdo. Margaret muestra una enorme sagre fría, pues asegura haber intentado sujetar al hombre durante casi tres minutos con la esperanza de que alguien viniera a detenerle. Mary Sutcliffe, que ya había denunciado un ataque el 21 de ese mismo mes, denuncia un segundo ataque, aunque esta vez se presentó con diversos cortes en el abdomen; y otra mujer llamada Winifred McCall informa que también había sido atacada. Lo más grave es que empiezan a recibirse denuncias de similares características en Manchester y en Bradford.

Ese mismo 29 de noviembre llegan a Hallifax el Inspector jefe de Scotland Yard William Salisbury (conocido como el terror de los bajos fondos del norte de Lodres) y el Sargento Harry Studdard, que en muy poco tiempo resolverían el caso. Estos dos agentes sin duda alguna impresionaron de forma extrema a Maurice Procter, y seguro que tuvieron mucho que ver con su serie policiaca más conocida, protagonizada por el Inspector jefe Harry Martineau.

Cuando la cosa parecía estar más complicada, ese mismo día el caso daría un inesperado giro, cuando Percy Waddington, el hombre que resultó herido por el carnicero, confesó ante los agentes de Scotland Yard haberse inflingido las heridas a sí mismo con una navaja de afeitar, algo que por cierto le supuso una condena de tres años de cárcel. Esta sorprendente revelación hizo que 9 de las supuestas víctimas confesaran haberse inventado todo. Winnie McCall, Hilda Lodge (condenada a 4 semanas de prisión), Leslie Nicholls, Beatrice Sorell (pena de 4 semanas), y Lily Woodhead; todas ellas confesaron que todo había sido fruto de su imaginación. Beatrice Sorell dijo haberse hecho las heridas tras haber descubierto que estaba embarazada de su novio, con el que acababa de discutir. Hilda Lodge dijo que no entendía porqué lo había hecho, y que comenzó a contar todo tipo de mentiras a los periodistas fruto de los nervios producidos por las constantes noticias sobre el carnicero de Hallifax.

Sin embargo, hubo tres de las supuestas víctimas (Clayton Aspinall, Margaret Kenny, y la doblemente atacada Mary Sutcliffe) que jamás reconocieron haber mentido, así que cabe la duda de si realmente existió algún ataque, aunque fuera de algún perverso imitador que buscara satisfacer sus oscuros deseos. Respecto a Mary Sutcliffe, la policía dudó en todo momento de sus testimonios, llenos de incoherencias, pero no pudo probarse que mintiera.

Aún así, los días 30 de noviembre y 1 y 2 de diciembre, siguieron produciéndose en diversas ciudades inglesas denuncias por parte de personas que aseguraban haber sido atacadas por un hombre con una navaja de barbero.

Scotland Yard dictaminó que el supuesto atacante de Hallifax jamás existió, y que todo había resultado ser un extraordinario caso de histeria colectiva. El 2 de diciembre el Halifax Courier, cuyos titulares fueron posiblemente uno de los principales culpables del pánico creado, publicó un artículo en el que se explicaba la confesión de Percy y del resto de falsas víctimas, y se daba por zanjado el caso del inexistente psicópata de Hallifax, una especie de hombre del saco nacido de la mentira y el miedo.

El suceso de Hallifax ha perdurado en la memoria, e incluso podemos encontrar una mención expresa en la obra From Hell, el famoso cómic de Alan Moore sobre los asesinatos de Jack el destripador, relacionando el suceso de Halifax con otros terribles hechos criminales de la historia de Inglaterra que se repetirían de forma recurrente: en 1788, el monstruo de Londres; en 1888 (100 años después), Jack el Destripador; en 1938 (50 años más tarde), el carnicero de Hallifax; en 1963 (25 años después) los crímenes de Ian Brady y Myra Hindley; y en 1976 (12´5 años después), los asesinatos de Peter Sutcliffe…

Es más que posible que la novela de Maurice Procter titulada  I Will Speak Daggers (1956), publicada también como Ripper Murders o The Ripper en Estados Unidos, esté basada en su experiencia en Hallifax con el carnicero. En esta novela, una de las protagonizadas por el Inspector jefe Phillip Hunter, un psicópata armado con una navaja de afeitar está asesinando mujeres en una pequeña población inglesa, sembrando el pánico entre los lugareños. La policía local se ve obligada a pedir la ayuda de Scotland Yard, que envía a Hunter para resolver tan siniestro caso.

Tras los sucesos de 1938, la vida de Maurice Procter cambió radicalmente. Durante la guerra, Maurice fue trasladado de King Cross a la comisaría de Mixenden. En aquellos días, Mixenden era solo un pequeño pueblo, por lo que Maurice era el policía del pueblo y él y su esposa vivieron en la casa de policía durante 5 años. Maurice y Winifred tuvieron un hijo, un hijo llamado Noel. En total, Maurice sirvió en la fuerza policial de Halifax durante 19 años, permaneciendo como agente durante todo ese tiempo.

Su experiencia como policía en ese periodo es lo que hizo que el autor tuviera conocimientos de primera mano acerca de los procedimientos policiales, lo que se tradujo años después en un gran realismo en su obra policial, algo que elogiaron muchos críticos.

Comenzó a escribir ficción estando todavía como policía en servicio. Su primer libro, No Proud Chivalry, se publicó en 1947 y tan pronto como empezó a ganar dinero escribiendo, renunció a la policía. Gran parte de su obra la escribió en el estudio de su casa en Willowfield Road, en Hallifax, aunque años más tarde él y su esposa acabarían pasando gran parte del año en España y Gibraltar.  El principal personaje de las novelas de Procter ya he comentado que es el inspector jefe Harry Martineau (15 novelas), de la policía de la ciudad de Granchester, una ficticia ciudad industrial del norte de Inglaterra basada en Manchester. Su novela Hell Is a City (1954), primera de la serie de Martineau, (que se publicó en los Estados Unidos como Somewhere in This City ) se trasladó al cine en 1960 con Stanley Baker como Martineau. El otro gran personaje del autor es Phillip Hunter, que protagonizó otras tres novelas entre 1951 y 1956. Almargen de estos dos personajes, el autor escribió otras 7 novelas policiacas sin protagonista fijo, entre las que se encuentra The sprahead death, publicada en Rastros como A punta de lanza, novela que me ha servido de excusa para traer al blog la fascinante historia del carnicero de Hallifax.

Maurice Procter murio en 1973, en -lo han adivinado- Hallifax.

Alberto Sánchez Chaves. Abril de 2022

LA REALIDAD SUPERA A LA FICCIÓN (III): DAN J. MARLOWE, EL AMNÉSICO

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Dan J. Marlowe

Nuevamente en la colección rastros, nos encontramos con 9 títulos policiacos firmados por un tal Dan Marlowe o Dan J. Marlowe cuya vida compone la tercera entrega de esta serie de artículos dedicados a autores de novela popular con biografías que parecen salidas de un libro de ficción.

Dan J. Marlowe (1917, Lowell, Massachussets – 1986, Tarzana, California), hijo de un mecánico de imprenta, empezó ganándose la vida alternando una carrera como jugador profesional (póker y caballos) y gerente de oficina hasta 1956, cuando, después de la muerte de su esposa, con la que estuvo casado 11 años, decidió probar suerte con la literatura. Este escritor americano de novela policiaca es especialmente conocido por los personajes de Johnny Killain y Earl Drake.  El libro «Gunshots in Another Room: The Forgotten Life of Dan J. Marlowe» (2012) de Charles Kelly, narra la biografía de Marlowe, su amnesia, y su relación con el ladrón de bancos Albert Frederick Nussbaum y con el asesino sociópata Bobby Randell Wilcoxson.

En 1958, cuando el autor decide dedicarse en exclusive a la literatura, publica sus dos primeras novelas, “Doorway to Death” y  “Killer with a Key” protagonizadas por Johnny Killian.

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En 1962, Marlowe escribió su obra maestra, «El nombre del juego es muerte«, que aparte de inspirarse en otras célebres novelas del género negro como “La Huida”, de Jim Thompson, es sobre todo fruto de la compulsiva lectura por parte del escritor de artículos de prensa sobre robos y crímenes. Es más que probable que Marlowe se fijara en la espectacular oleada de robos de bancos llevados a cabo entre 1960 y 1961 por Albert Nussbaum y Bobby Wilcoxson, cuyo fin empezó cuando el 15-12-1961, Wilcoxson disparó a un vigilante en el Lafayette National Bank de Brooklyn, e hirió a un agente de policía, lo que hizo que entraran en la lista del F.B.I. de los 10 delincuentes más buscados.

Edgar Hoover describió a Wilcoxson, que en aquel momento contaba con 32 años como el hombre más buscado desde Dillinger, y a Nussbaum, de 27 años, como el más astuto fugitivo del país. Finalmente fueron atrapados en 1962. Wilcoxson fue sentenciado a cadena perpetua, y Nussbaum a 40 años,.

Cuando la novela de Marlowe fue publicada, con Nussbaum y Wilcoxson en plena huida de la justicia, su lectura impresionó profundamente al primero de ellos, considerado entonces como el ladrón de bancos más famoso de los Estados Unidos,  lo que motivó que, utilizando el nombre falso de “Carl Fisher”, Al Nussbaum enviara una serie de cartas al escritor alabando el libro: le asombraba la destreza en el manejo de la trama y el realismo de la historia.

Ya desde prisión, el delincuente escribió de nuevo al escritor. Acabaron siendo amigos. Nussbaum estaba fascinado por el autor, y al escritor le interesaba conocer algunos secretos del mundo criminal para nutrir sus futuras novelas. Marlowe visitó tantas veces la cárcel que hasta despertó las sospechas del F.B.I.

La primera colaboración conjunta de ambos fue “Anatomy of a Crime Wave,” un reportaje documental que iban a publicar en The Saturday Evening Post, pero la publicación fue detenida a instancias del F.B.I., al que le preocupaba la exactitud  con que se narraban los métodos empleados por los ladrones, y temían que pudieran surgir imitadores, o les convirtiera en una leyenda.

La historia presentaba a Wilcoxson como un tipo duro, y a Nussbaum como un planificador extremadamente inteligente.  Juntos formaban un super equipo, pero por separado, antes de conocerse, jamás mostraron habilidad alguna.

dan-j-marlowe-one-hourTras esta primera colaboración, la participación de Nussbaum fue decisiva para la creación del personaje más conocido de Marlowe: Earl Drake, personaje que ya aparecía en “El nombre del juego es muerte”, con el nombre de Chet Arnold, en realidad una proyección del propio Marlowe: la misma edad, su conocimiento y pasión por las carreras de caballos, las apuestas y el juego, y su gran amor por los animales.

Durante años, los amigos de  Marlowe, entre ellos Nussbaum, intentaron convencerle para que escribiera una secuela de “El nombre del juego es muerte”, pero Marlowe no acababa de ver claro como debía continuar.  No quiero contar aquí detalles para no destripar la novela, pero la realidad es que el final del libro complicaba el regreso de Chet Arnold.

Nussbaum sugirió a Marlowe unas líneas maestras para la continuación, y fue el que propuso el cambio de nombre del protagonista por Earl Drake (una mezcla de Roy Earle, el gangster de la película “High Sierra”, interpretado por Humphrey Bogart, y de Sir Francis Drake, el pirata).  En tres semanas Marlowe escribió la segunda novela de Earl Drake, “One Endless Hour”, que se publicó en 1969.

De este modo se inició la andadura de la serie de Earl Drake, “The man with Nobody´s face”, que poco a poco fueron trasformando el carácter inicial de Drake, un auténtico sociópata, en poco menos que un héroe convencional.

Desde 1969 en adelante, y con la excepción de algún relato corto y artículos periodísticos, dan-j-marlowe-the-name-of-the-game-is-deathMarlowe se dedicó casi en exclusivo a escribir novelas de Earl Drake, aunque por recomendación de Fawcett, su editor, debía dar un cambio al protagonista por motivos comerciales, de modo que el   criminal profesional se convierte en un agente encubierto de la C.I.A.

En el momento de mayor éxito de su carrera, cuando ya había ganado el premio Edgar Allan Poe en 1971, y después de haber publicado la última novela de Earl Drake, “Operation Counterpunch”, Marlowe sufrió un ataque de amnesia en 1977, perdiendo absolutamente todos sus recuerdos anteriores, que jamás recuperó, e incluso la capacidad para escribir como antes, lo que no evita que en 1982 se publicara una obra del autor, “Guerrilla Games”, y trabajara ocasionalmente escribiendo libros de lectura fácil (coescritos probablemente con Nussbaum). Los médicos decían que la amnesia era Psicosomática, provocada por el stress, pero parece ser que también podía haber causas puramente físicas. Curiosamente algo similar a lo que le ocurría al protagonista de “Never live twice”, una de sus novelas publicadas en 1964.

Marlowe se mudó a Los Ángeles para compartir apartamento con Nussbaum, ya libre de la cárcel  y dedicado a la literatura, quien se ofreció a cuidar del escritor para ayudarle en su recuperación, y con él vivió durante 8 años, prácticamente hasta la muerte del escritor.  A sus 64 años, sin memoria, con glaucoma, y sin posibilidad de volver a escribir, le salvó la vida un ladrón de bancos. En 1985 el escritor empezó a contar a sus amigos que estaba recuperando poco a poco sus recuerdos, pero ya fue tarde, pues falleció al año siguiente de un ataque al corazón.

El mismísimo Stephen King dedicó uno de sus libros al escritor, por el que siente gran admiración.

Un hecho que parece probado sobre el escritor es que durante toda su vida ocultó que co- escribió  muchas de sus novelas — incluyendo  la popular serie de “Operación” (título con el que empezaban las novelas de Earl Drake) con un modesto piloto de la II Guerra Mundial, el Coronel William C. Odell. Ambos nombres aparecen tan sólo en la novela de 1967 “The Raven is a Blood-Red Bird”, pero Odell jamás volvió a aparecer acreditado en ninguna de las otras 12 novelas en las que trabajó con Marlowe, pues parece ser que eligieron emplear únicamente el respetable nombre de Dan J. Marlowe en solitario. De hecho, el escritor aceptó en 1971 el premio  Edgar Allan Poe por “Operation Flashpoint” sin siquiera mencionar la participación de Odell.

Lo que voy a decir ahora quiero dejar claro que no tiene ningún fundamento, y que es fruto de mi calenturienta imaginación: ¿Y si Marlowe era incapaz de escribir sin la colaboración de Odell,, cuya existencia intentó ocultar siempre?¿Y si a Odell le ocurrió algo que hiciera que cortase su colaboración con Marlowe? ¿Y si la extraña amnesia del escritor no hubiera sido más que una nube de humo para justificar su incapacidad para escribir?

Repito que estos “Y si…” no tienen fundamento alguno, pero reconoceréis que sería un argumento estupendo para un libro de Dan J. Marlowe.

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Sinopsis de «El nombre del juego es muerte«: Roy Martin (también llamado a veces Chet Arnold) y el mudo Bunny roban un banco en Phoenix, Arizona, de donde logran llevarse una fortuna, pero algo no sale como habían planeado y tienen que separarse; malherido, Roy busca urgente un médico, y Bunny parte con el botín a un pueblo lejano de Florida: semanalmente, deberá mandar mil dólares por correo. El dinero llega durante un tiempo, pero de pronto, junto a un telegrama sospechoso, las remesas se interrumpen. Entonces Roy decide viajar para ver lo que le ha pasado a su compañero. Un libro muy recomendable, la verdad, que bien podrían llevar a la pantalla los hermanos Coen, o el mismísimo Tarantino.

LA REALIDAD SUPERA A LA FICCIÓN (II): EVERETTE HOWARD HUNT, EL FONTANERO.

rastros-520-david-st-john_las-torres-del-silencio-acmeEntre las obras publicadas en la colección Rastros, encontramos el nº 520 “Las torres del silencio”, una novela de un tal David St. John (en la portada pone erróneamente Sir David John), uno de tantos autores de novela popular sobre los que nunca fijaríamos nuestra atención.

Everette Howard Hunt, Jr. (Nueva York, 9 de Octubre de 1918 – Miami, 23 de Enero de 2007) fue un oficial del Servicio de Inteligencia Americano, y en sus ratos libres escritor de novelas policiacas y de espionaje, ocultando su obra bajo distintos seudónimos (Robert Dietrich, P. S. Donoghue, Gordon Davis, John Baxter y David St. John), aunque también escribió 24 novelas con su nombre auténtico, en los años en que no trabajaba para la C.I.A., además de 4 obras de no-ficción entre las que destaca poderosamente «American spy: my secret history in the C.I.A., Watergate, and beyond«, publicada en 2007 poco después de la muerte del autor. En total escribió más de 80 novelas, una cantidad nada desdeñable.

Su primera novela, “East of Farewell” es de 1943, y en 1946 logró una beca Guggenheim por sus escritos.

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El Watergate

Tras haber sido soldado en la II Guerra Mundial, Hunt sirvió desde 1949 a 1970 como oficial de la CIA. Junto con G. Gordon Liddy y otros, Hunt fue uno de los famosos fontaneros de Nixon  — un equipo secreto de operativos encargados de operaciones encubiertas- . Hunt y Liddy fueron los encargados de montar el operativo del Watergate, así como otras operaciones encubiertas de la administración Nixon. Con motivo del escándalo Watergate, Hunt fue condenado a prisión, donde cumplió una pena de 33 meses.

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Los tres famosos  vagabundos

Por si esto fuera poco, no acaba ahí la asombrosa vida de Hunt, pues también fue acusado en su momento de haber tomado parte en el asesinato de Kennedy (supuestamente podría ser uno de los tres vagabundos que aparece en fotos justo después del asesinato, junto con otro de los fontaneros del Watergate, y parece ser que tuvo contactos previos con Lee Harvey Oswald); de ser uno de los ejecutores del golpe de estado en Guatemala en 1954 para derrocar al coronel Jacobo Arlenz, y de formar parte de un operativo para matar a Fidel Castro con motivo de la invasión de la bahía de cochinos. Es tal la importancia del personaje real en estos turbulentos sucesos de la reciente historia de América, que el personaje de Hunt aparece en la novela de Norman Mailer «Harlot´s Ghost» (1991), como uno de los operativos de la invasión de Bahía Cochinos. Asimismo, su rol fue interpretado por  Ed Harris en el biopic de Oliver Stone de 1995, «Nixon«.

La primera esposa de Hunt, Dorothy, murió en un accidente de aviación el 8 de diciembre de 1972 a bordo del vuelo 553 de United Airlines rumbo a Chicago, Illinois. El Congreso, el F.B.I., y la Junta Nacional de Seguridad del Transporte  investigaron el accidente, encontrando que fue un accidente causado por un error de la tripulación. Entre los restos del accidente se encontraron en el bolso de Dorothy Hunt más de 10,000 $ en efectivo. En su día se llegó a argumentar que los Hunt estaban chantajeando a Nixon, y que el accidente de avión fue un mensaje directo de Nixon a Hunt. La figura de Dorothy Hunt es por cierto fascinante, e incluso uno de los hijos de Howard Hunt, St. John Hunt, escribió un libro sobre ella cuya portada lo dice todo: “an amoral and dangerous woman”.

Poco antes de morir en 2007, Hunt le pidió a su hijo que le diera papel y lápiz para redactar su testamento, y contar toda la verdad sobre el asesinato de Kennedy,  del que toda la vida había negado una y otra vez cualquier implicación, y no contento con eso, para que no hubiera duda de su autenticidad, lo leyó en voz alta, y le dijo a su hijo que lo grabara.

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Everette Howard Hunt, mucho más que el fontanero de Nixon

En la grabación Hunt deja clara la participación de la C.I.A., y achaca la organización del complot al entonces vicepresidente Lyndon B. Johnson en conjunción con el jefe de coordinación de la Casa Blanca, Cord Meyer, de quien se dice tenía un problema personal con Kennedy, pues estaba seguro de que había tenido una aventura con su mujer. En el asesinato habrían participado varios tiradores, entre ellos un asesino a sueldo de la C.I.A. de la mafia corsa apellidado Martí.

Como curiosidad, decir que el personaje de Ethan Hunt, de Misión Imposible, es una derivación de Everette Hunt.

Como podemos ver, la realidad supera a la ficción, y lo más asombros de todo es que entre tanta conspiración, este hombre todavía tuviera tiempo de escribir. Tal vez entre las lineas de sus novelas podamos encontrar respuestas a alguno de los mayores enigmas de la reciente historia de Estados Unidos.

LA REALIDAD SUPERA A LA FICCIÓN (I): IAN MACKINTOSH, EL DESAPARECIDO.

Inauguro una nueva serie de artículos dedicados a la vida de autores relacionados de alguna manera con la novela popular. Unas biografías tan curiosas, que si formaran parte de uno de los libros que escribieron, no nos resultarían creibles.

rastros-588-ian-mackintoshPara empezar a abrir boca, empezaré por Ian Mackintosh, autor de un único título de la colección Rastros, más concretamente su número 588 “El hombre del destino” (no confundir con la obra teatral de Georges Bernard Shaw). Como siempre, la colección Rastros me sirve de excusa para hablar de autores generalmente desconocidos en España, y que en muchas ocasiones representa la única posibilidad de leer algo de su obra en castellano.

Ian Mackintosh, hijo de James, oficial de Marina,  y Annie, una institutriz, nació el 26 de Julio de 1.940 en los Highlands, Escocia. Ian cursó sus estudios en la Inverness Royal Academy, donde demostró ser un alumno aventajado, con especial facilidad para los idiomas. En esa época, destacó también en la mayoría de los deportes que practicaba, especialmente en el fútbol, llegando a jugar en un equipo local, pero su verdadera afición fueron siempre los aviones.

De niño estaba siempre hacienda maquetas de aviones con madera de balsa, en muchas

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El misterioso Ian MackKintosh

ocasiones con diseños de su propia invención, y era un ávido lector de todo tipo de revistas de aviación o cualquier cosa que tuviera que ver con volar. En cuanto cumplió la edad necesaria, Ian puso todo su empeño en ingresar en la British Fleet Air Arm como piloto, pero fue rechazado porque su vista no reunía los requisitos exigidos para el vuelo de combate. Sin rendirse, intentó unirse a la Royal Air Force, pero de nuevo fue rechazado por el mismo motivo, lo que le obligó a regresar a la escuela, frustado por su fracaso.

A finales de 1.958 intentó ingresar en la Dartmouth Naval College, una escuela de entrenamiento para oficiales Navales, y en esta ocasión fue aceptado, probablemente gracias a la mediación de su padre. Durante estos primeros años de estudios Ian empezó a escribir para matar el aburrimiento, primero en el mar, durante las largas prácticas navales,  y después en su primer destino en una remota base naval en Escocia.  De este modo Ian siguió –accidentalmente-  los pasos de su padre, y se convirtió en oficial de la Royal Navy británica.

Su primera novela, «A Slaying in September», se publicó en 1.967. Escribió tan sólo otras cuatro novelas originales entre 1.967 y 1.970; para posteriormente escribir novelizaciones de conocidas series de televisión. Su prematura ¿muerte? a los 39 años cortó una prometedora carrera como escritor.

ian-mackintosh-warshipMientras servía como oficial de la Royal Navy, ocurriría un hecho que daría un giro radical a su vida. La marina británica pasaba en aquellos años una fase en que la opinión pública debatía sobre el sobredimensionamiento de la institución, a la que se acusaba de suponer un gasto ingente y superfluo, toda vez que el imperio británico había desaparecido. Para contrarrestar esta corriente de opinión negativa, la Marina diseñó un plan de propaganda, entre cuyos medios se encontraba la creación de una serie de televisión que difundiera los valores y utilidad de la Royal Navy, y diera una visión más moderna de la misma. Conocedores de la afición de Ian por la escritura, recibió el encargo del diseño de la serie,  y de este modo nació la aclamada serie de la BBC  » Warship» (1.973–1.977), de la que Ian no sólo ideó la estructura básica del argumento y personajes, sino que escribió el guión completo de varios de sus episodios.

Tras esta experiencia televisiva, Ian abandonó la Marina, dispuesto a dedicarse a la escritura

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¿La mejor serie de espías de TV?

a tiempo completo.

En 1.976, año de su retiro official de la Royal Navy, recibió de manos de la Reina de Inglaterra el premio MBE (Miembro de la Orden del Imperio Británico), máximo honor que puede recibir un oficial británico.

Tras el gran éxito que supuso Warship, Ian fue contratado por Yorkshire TV, para la que creó y escribió la mayoría de los episodios de “Wilde Alliance”, “Thundercloud” (una comedia basada en el mundo de la marina), y  sobre todo, «The Sandbaggers», una mítica serie de espionaje protagonizada por Roy Marsden, considerada por muchos como la serie de espías más realista que se haya hecho nunca, fruto sin duda del cargo del autor en la Royal Navy.

En Julio de 1.979, Mackintosh estaba volando con otras dos personas (Graham Barber, su mejor amigo, que era un experimentado piloto de British Airways; y su novia, Susan Insole) en un avión ligero sobre el Golfo de Alaska, en dirección a la isla de Kodiak, cuando la aeronave emitió una señal de socorro que fue captada por la Guardia Costera de Estados Unidos. Nunca se encontraron restos del aeroplano, a pesar de que los servicios de rescate llegaron al lugar del suceso pocos minutos después de la señal de socorro, ni se volvió a saber nada de sus pasajeros.

Hasta aquí, tan sólo una biografía más de un escritor de novela popular, con la curiosidad de su extraña muerte, pero lo realmente interesante viene ahora. Durante muchos años resulta que se ha puesto en duda en ciertos ámbitos que el accidente en el que desapareció el escritor fuera real, y no una manera de esfumarse de la tierra, pues se sospecha que Ian Mackintosh pudiera ser en realidad un doble agente soviético que simuló su muerte para desertar. En aquellos años, en plena Guerra fría, la costa de Alaska era un hervidero de actividad soviética, con un regular movimiento de espías y de submarinos nucleares recorriendo la costa. Un periodista llamado Robert Folsom investigó durante años el suceso, y llegó a la conclusión de que Ian Mackintosh no era ni mucho menos un simple oficial de la Royal Navy, sino que estaba convencido de que había llevado a cabo diversas misiones de espionaje para la Inteligencia Británica. Ian, siendo de la Royal Navy, jamás capitaneó un barco, y sin embargo obtuvo los máximos honores posibles de la marina. Por otro lado, y según ha confirmado el propio hermano de Ian, después de haber abandonado el servicio activo, debía informar al ministerio cada vez que abandonaba su ciudad, lo que no es nada habitual.  La ausencia de pruebas del accidente, el momento de la desaparición, la señal de socorro enviada justo desde el único punto en el que los aviones desaparecían del radar, el modelo de avión con el que se produjo el accidente (un antiguo avión de combate de la II Guerra Mundial que casualmente es el único que permitiría abrir las puertas fácilmente en caso de amerizaje), y diversas entrevistas con familiares del escritor, que aseguraban que sus últimos encuentro con él les había sonado a despedida, refuerzan la teoría de Folsom, aunque nunca se ha podido confirmar nada al respecto, pero plasmó todo esto en el libro «The life and misterious death of Ian Mackintosh: The Inside Story of The Sandbaggers and Television’s Top Spy«

El hermano de Ian, Lawrie, que siempre ha defendido que su hermano no era un espía soviético,  pero que también duda que su hermano esté muerto, escribió lo siguiente:

“¿Murió Ian en Alaska o simplemente desapareció? ¿Y por qué? Nadie lo sabe, y aquellos que lo supieran no hablarían nunca, pero cualquiera que conociera a mi hermano no se sorprendería si cualquier día reaparece, sentado en su escritorio, como si todos estos años no hubieran ocurrido jamás.”

Pues aquí le esperamos, Sr. MacKintosh

MIENTRAS TANTO, AL OTRO LADO DEL MUNDO (III): DOROTHY BENNETT

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Única novela de la autora publicada en Rastros

Siguiendo con mi intento de rescatar de la memoria a diferentes autores de novela popular, y nuevamente con la colección Rastros como excusa, ha llegado el momento de hablar de la  increíble Dorothy Bennet. Ya sé, ya sé, digo algo parecido de todos los escritores que aparecen en el blog, pero cuando acabéis de leer la reseña –si no os duermo antes- , estoy convencido de que todo el mundo encontrará cuanto menos sorprendente a esta desconocida y olvidada escritora, de la que de antemano aviso tengo muy pocos datos biográficos.

En 1.970 en la argentina Rastros aparece en su número 575 el título “Los dueños de caos”, única novela que se publica en colección de una tal Dorothy Bennet, autora completamente desconocida al menos para mí. Ni tengo la novela, ni la he leido.

De los pocos datos personales que he podido reunir, Dorothy Evelyn Bennett Kewleydorothy-bennet-murder-unleashed (1902-1992) es hija de Mary Richardson Bennett,  nació en Ensenada, Baja California y murió en Los Angeles. Estudió en Berkeley,  Universidad de California. En vida escribió un buen número de novelas de misterio: “Operation Chaos”, “State Puppet”, “Chaos makers”, “The towering Sky”, “Forbidden Parallels”o “Game withouth winners”, entre otras, todas éstas, por lo que he podido descubrir, publicadas en los años 60s.

En 1.952 escribió una obra de teatro llamada “A burgler in the house” (Un ladrón en la casa), basada en un artículo de ST. Clair McKelway, un reputado reportero de la época, aunque no he podido encontrar ningún dato adicional sobre la misma.

dorothy-bennett-come-and-be-killedHasta aquí, nada que destaque a esta autora de novela popular por encima de otros tantos que proliferaron en esta época.

El hecho diferencial de Dorothy Bennet es que entre su obra policial destaca por su rareza «How strange a thing», libro muy curioso publicado en 1.935, pues es un poema narrativo de misterio: con esto quiero decir que todo el libro –un relato policiaco- está escrito en verso. El libro, que se publicó simultáneamente con otra novela policiaca convencional narrada en prosa de la autora llamada “Murder Unleashed, se estructura en 7 capítulos que ocupan un total de 96 páginas de poesía con una historia completa de misterio.

A modo de ejemplo, así describe al principio del libro la ciudad de San Francisco, lugar donde se desarrolla la historia:

“The city lay before them; Danny and Phil

Stood watching it a second from Kearny’s hill;

Before their feet steep Sacramento street

Plunged like a rocket swiftly down to meet

The dark and glittering bay; and sweetly sang

The night and the cool wind, the distant clang

Of little cable cars, glow-worms that crawled

From Market street up to a fog-bound world,

The foothills of the stars, and from there hurled

Themselves in haste down to earth-light again.”

Así es todo el libro, en verso. Una lástima que no tengamos en el mundo del bolsilibro dortothy-bennet-strangethinghispano ninguna novela de estas características.

Aunque en el mundo de la literatura policiaca la poesía aparece con cierta asiduidad, bien en forma de pequeños poemas escritos por los criminales que plantean enigmas dentro de las tramas (en libros de Agatha Christie o de Raymond Chandler por poner sólo dos ejemplos), o bien como rasgo de la personalidad de alguno de los personajes (como en el caso de Adam Dalgliesh, el detective poeta creado por P.D. James), la realidad es que el empleo del verso como recurso narrativo en un relato policiaco es algo absolutamente inusual. Yo al menos sólo conozco tres casos parecidos (si alguien conoce más, agradecería cualquier dato al respecto): Un libro de H. R. F. Keating llamado «Jack the Lady Killer«,  «Golden State«, de Vikram Seth (ésta no es de misterio, pero curiosamente también transcurre en San Francisco), y «La máscara del mono», de Dorothy Porter, una novela negra en verso publicada en castellano con una detective lesbiana de protagonista; pero que conste que los tres libros son muy posteriores al de Dorothy Bennett.

En la contraportada de “Jack, the Lady Killer”(Poisoned Pen Press, 1.999), la historia en forma de poema de  H. R. F. Keating, es descrita como «una de las más extrañas formas de literatura, la novela de detectives en verso«.

En la contraportada de «La máscara del mono«, de Dorothy Porter, (que por cierto tiene versión cinematográfica del año 2.000: «El círculo íntimo», de Samantha Lang) se habla de «un libro insólito, único. Una novela negra escrita en verso».

Pues ya veis, en 1.935, una escritora de novela popular llamada Dorothy Bennett, a la que desde aquí quiero reivindicar, ya lo había inventado.

MIENTRAS TANTO, AL OTRO LADO DEL MUNDO (II): MICHAEL AVALLONE

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Una novela de Ed Noon en Rastros

Buscando documentación sobre los autores que escribían en la argentina colección Rastros, ya mencionada en mi reseña sobre Alfredo Julio Grassi, me encontré con un autor que despertó mi curiosidad por un detalle que explicaré al final del artículo, y que me ha llevado una vez más a escribir sobre un autor extranjero, cuyo único nexo con el mundo del bolsilibro es precisamente la colección Rastros.

Michael Angelo Avallone (1925-1999) nació en New York, al igual que sus 16 hermanos.

«He estado escribiendo desde que descubrí los lápices,» dijo Avallone en una entrevista.  Me parece una buena definición de lo que fue su vida.

Después de servir en la marina, comenzó a escribir

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El autor

profesionalmente. Comenzó con pulps ambientados en el mundo del deporte en los 50´s, aunque pronto pasó  a editar revistas para hombres, basadas especialmente en  relatos policiacos con  ciertos toques de erotismo (nada menos que 27 distintas desde 1954 a 1959). También trabajó en The Mystery Writers of America desde 1962 a 1965, entre otras cosas contestando a los correos de los lectores.

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Ejemplar de la revista «For men only», editada por Michael Avallone, con una aventura de Ed Noon

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Sin lugar a dudas fue un prolífico y veloz escritor, hasta el punto que se autoproclamó  «El más veloz escritor del Este», insistiendo en que en una ocasión escribió una novela en 36 horas, y  presumía de haber escrito más de 1.000 obras en vida,  incluyendo tres docenas de novelas de misterio protagonizadas por su alter-ego, el detective privado Ed Noon, probablemente su personaje más conocido. También escribió novela romántica, gótica, terror, ciencia ficción, novela erótica, libros infantiles, poesía, entrevistas cinematográficas, y un montón de novelizaciones televisivas.  A menudo decía que prefería escribir a comer o dormir, y la evidencia demuestra que no exageraba.

Escribió tal cantidad de libros con tantos seudónimos diferentes, que resulta casi imposible michael-avallone-xratedllevar una cuenta de sus trabajos. Con su propio nombre escribió al menos 62 novelas, muchas de ellas con personajes recurrentes, como la bailarina April, Ed Noon (personaje que tuvo incluso serial radiofónico) y Satan Sleuth (el Investigador de Satán, Philip St. George, un hombre que lucha contra las fuerzas sobrenaturales malignas); al menos tres novelas como Nick Carter (con Valerie Moolman); dos novelas como Sidney Stuart, tres góticas como Priscilla Dalton, 12 góticas como Edwina Noone, 5 góticas como Dorothea Nile, 5 góticas como Jean-Anne de Pre, 4 novelas como Vance Stanton, al menos 20  novelas eróticas como Troy Conway, presentando al super espía Rod Damon; 9 novelas de aventuras como Stuart Jason (todas protagonizadas por un personaje llamado «The Butcher»), al menos tres colecciones de relatos cortos, y al menos 30 novelas y novelizaciones de series televisivas.

michael-avallone-the-third-womanTambién escribió novelas originales basadas en series de TV, incluyendo The Partridge Family (8 títulos), The Man From UNCLE (el primer libro), The Girl From UNCLE (2 libros), Hawaii 5-0 (2 libros) y Mannix. Un todoterreno al estilo de los españoles Curtis Garland, Clark carrados, y tantos otros.

Al margen de su labor como escritor, el autor era conocido por tener una autoestima más que alta, y por sus enfrentamientos públicos con otros escritores, destacando la aversión que sentía por Stephen King, al que llegó a acusar de obtener todos sus argumentos de novelas de Robert Bloch, e incluso de plagiar sus propias historias en muchas de sus novelas.

Una curiosidad del autor – y realmente lo que me ha llevado a escribir esta reseña- es una edición que se hizo en dos discos (formato LP) de narraciones terroríficas escritas por él, y narradas con la voz de Boris Karloff. El propio hijo del escritor explica la génesis de tan extraña obra:

Una vez, en 1956, mi padre, Michael Avallone, publicó una revista llamada TALES OF THE FRIGHTENED. Se suponía que tenía que servir para lanzar un programa de radio con el mismo nombre, con Boris Karloff leyendo los cuentos terroríficos de mi padre.

Por desgracia… la radio y las publicaciones pulp comenzaban a perder popularidad en estos años. La revista solo llegó al nº 2, y las historias escritas por mi padre fueron publicadas en un libro recopilatorio.

El libro en cuestión reunía 26 relatos, y fue reimpreso en al menos 8 ocasiones en Estados Unidos, y varias veces más en muchos otros países. Las grabaciones que había realizado Boris Karloff se reciclaron en 2 álbumes… historias leídas por Karloff, mezcladas con la banda sonora compuesta por un grupo de música electrónica llamado  “The Electrosoniks”. Mercury Records lanzó los dos LP´S en 1961 y estoy seguro que amenizaron muchas fiestas de Halloween en los años 60´.

Desde que murió mi padre, he estado viendo la manera de conserver su trabajo vivo en la menoria de la gente, con distintos niveles de éxito. Creé una serie en internet basada en su última novela de “Ed Noon”, de 1.999 (SINCE NOON YESTERDAY) pero me temo que elegí mal el momento.

En el verano de 2.009, empecé a pensar en  TALES OF THE FRIGHTENED. Mi familia tiene los derechos de las historias, pero no sobre la música ni sobre la voz ni imagen de Boris Karloff. Cuando estab elucubrando qué hacer con ello, mi hermana Susan dijo, “¿Qué pasa con tu amigo Vernon? El tiene una gran voz.”

Por “tu amigo Vernon”, Susan se refería al actor australiano de culto Vernon Wells, estrella de THE ROAD WARRIOR, COMMANDO, INNERSPACE y un millón de episodios de los POWER RANGERS. Vernon también participó en una película de acción de kick-boxing llamada  KICK OF DEATH, escrita y dirigida por mi en 1.997… y hemos sido amigos desde entonces. La idea se metió en mi cabeza, y el momento parecía adecuado. Así que llamé a  Vernon y lo alisté para la causa.

El album original debía gran parte de su éxito a la música electrónica. Necesitaba un compositor que entendiera el horror, y fuera capaz de crear un sonido retro pero sin que resultara ridículo. La elección obvia era otro buen amigo, Eban Schletter. Eban ha compuesto música para varios programas de TV, BOB Esponja, Drawn Together, y un remake de El gabinete del Dr. Caligari. Por una afortunada coincidencia, Eban estaba justo componiendo un tema de Halloween llamado THE WITCHING HOUR, que había sido grabado un año antes por Oglio Records.

Así que en el verano de 2009, Vernon vino al estudio y leyó 8 de las historias de mi padre. Eban trabajó en la música, y tuvimos una versión del álbum disponible a tiempo para la Comic-Con.

Ahora el album está acabado… y a finales de Octubre, TALES OF THE FRIGHTENED 2010, escrito por Michael Avallone, leído por Vernon Wells y con música de Eban Schletter se grabó en Oglio Record 54 años después de la publicación del álbum original.

Eban, Vernon y yo mismo estamos muy orgullosos del album,  pero es un producto tan extraño (¿Quien hace este tipo de grabaciones actualmente?) que está resultando un proceso muy lento darlo a conocer.”

Está claro que el hijo de Michael Avallone jamás leerá esta reseña, pero desde aquí quiero agradecerle esta maravillosa locura de editar un disco con relatos de terror leídos en pleno siglo XXI.