Personalmente creo que es absurdo hablar de plagios en la novela popular de quiosco, pues la premura con que debían escribir los autores cada nueva obra les obligaba a tomar “prestadas” todo tipo de ideas, vinieran de donde vinieran. La diferencia entre homenaje y plagio se vuelve de esta manera borrosa en este mundillo literario, pues no siempre los autores se acordaban de citar el origen de las premisas de sus obras.
El caso de Viajando con el diablo, una de las muchas obras de Clark Carrados, es un claro ejemplo de novela que toma prestada la idea principal de otra obra, y al leerla me he planteado realizar, a modo de experimento, una comparativa entre la obra original y el bolsilibro, así que sin que sirva de precedente, esta reseña explicará con pelos y señales los finales de ambos. Avisaré en el momento en que empiece a destripar las historias, para que el que lo prefiera, deje de leer la reseña.
TITULO: VIAJANDO CON EL DIABLO
AUTOR: CLARK CARRADOS
SELECCIÓN TERROR Nº 459. EDITORIAL BRUGUERA
1ª EDICIÓN 1982
PORTADA: DESCONOCIDO
“Si, apretando este botón, matase usted a una persona a la que no conoce ni ha visto jamás, ni sabe quién es, qué hace ni dónde vive y, además, gozase usted de absoluta impunidad, y por ese sencillo gesto percibiese la suma de veinticinco mil dólares, ¿se atrevería a hacerlo, señor Tilton?”
Este es el inicio de la novela reseñada.
Seguramente a muchos de vosotros os suene el argumento, pues hay una mediocre película de 2009 llamada The Box, dirigida por Richard Kelly (¿en qué estaría pensando el autor de Donnie Darko?) y protagonizada por cameron Díaz, James Marsden y Frank Langella, que parte de la misma premisa; y además ya se había emitido en 1986 un episodio de The Twilight Zone (La dimensión desconocida en España) con la misma idea.
En el film, Norma y Arthur son un matrimonio con problemas económicos con un niño pequeño llamado Walter.
Un día Norma recibe un paquete de un extraño desconocido. Al abrir el paquete, comprueba que contiene una caja de madera elaborada que únicamente tiene en su parte superior un botón pulsador.
Al día siguiente, el misterioso desconocido, que se hace llamar Arlington Steward, se presenta diciendo de que se compromete a entregarle 1.000.000 $ en efectivo si oprime el botón pulsador, aunque debe saber que ello provocará la muerte de otro ser humano en algún lugar del mundo, alguien que no conocen y probablemente nunca conocerán. Por el solo hecho de dejarlo entrar a la casa, Norma gana 100 $.
Y algunos estaréis pensando: ¡La leche!, ¿pero es que la película y la serie de TV plagiaron la novela de Clark Carrados, publicada en 1982?. Pues no, porque ambas se basan a su vez en un relato corto de Richard Matheson llamado “Button, Button” (Botón, botón), publicado en 1970 en la revista Playboy, e igualmente éste es el verdadero germen que inspiró Viajando con el diablo.
A partir de aquí todo lo que vienen son spoilers, palabra que no me gusta nada utilizar. En resumen, que voy a contar el final del relato de Matheson, del episodio de TV, de la película, y de la novela de Clark Carrados, a fin de comparar las distintas versiones. Avisados quedáis aquellos que queráis leerlos, o ver la película, para no seguir con la reseña.
El relato –fascinante y muy corto, pues tiene 2.261 palabras- plantea la misma situación que he explicado para la película, con los mismos personajes (el matrimonio formado por Norma y Arthur y el enigmático Sr. Steward), pero con 50.000 $ de recompensa y sin que el matrimonio tenga hijos.
En este magnífico cuento de Matheson, Norma acaba apretando el botón, y poco después recibe una llamada que le comunica que alguien ha empujado a su marido y ha muerto al caer a las vías del tren, por lo que le corresponde cobrar el seguro de vida: exactamente 50.000 $. Cuando Norma, tras comprobar que en el interior de la caja de madera no hay absolutamente nada, le grita al Sr. Steward “—¡Usted dijo que yo no conocería al que muriera!”, éste le contesta “¿en verdad cree que usted conocía a su esposo?”.
En el mencionado episodio televisivo de The Twilight Zone, también acaba apretando el botón la esposa, pero en este caso no se sabe quien ha fallecido. El Sr. Steward paga (en este caso 200.000 $) al matrimonio, y se lleva el dispositivo, indicando que será recargado y ofrecido a una nueva pareja. El episodio finaliza con Norma y Arthur agobiados pensando si serán los próximos en morir.
La película ya hemos dicho que parte de la misma idea, pero a partir de ahí va por derroteros muy distintos, en una delirante mezcla de terror, ciencia ficción y thriller que desde mi punto de vista no acaba de funcionar, dando lugar a una película muy mediocre. El problema obvio es que no es posible llenar una película a partir de un relato de dos páginas sin añadir un montón de elementos nuevos, y en el film se opta por centrarse en la identidad de los creadores de la caja, haciendo que se pierda gran parte del misterio.
A diferencia de en el relato y en la versión televisiva, en la película no hay una sola prueba: después de que Norma decida apretar el botón matando así a una persona anónima, su hijo es convertido en ciego y sordo y se les dice que para sacarlo de esa condición, Arthur debe asesinar a su esposa. En mi opinión se pierde una parte importante del conflicto moral que plantea el relato original, decantándose por una lección demasiado simplista: nuestras acciones siempre tienen consecuencias.
Steward explica que el niño se recuperará en cuanto el espíritu de la persona que va a morir abandone su cuerpo. Cuando Arthur dispara a Norma, se ve que otra pareja está a la vez pulsando el botón de la caja, dando una idea de un círculo infinito que sólo se interrumpirá cuando alguien decline la oferta de apretar el botón.
En la película, en la primera prueba vuelve a ser Norma la que aprieta el botón (curiosamente siempre es la mujer), y los protagonistas, igual que en la serie de TV, se planten si no serán los próximos en morir, aunque también hay un homenaje al relato original, cuando el marido le pregunta a Norma antes de apretar el botón “¿Cuánto crees que me conoces?”, temiendo ser él el que muera.
Y llegamos al bolsilibro. ¿Qué decisión hará tomar Clark Carrados a su protagonista?.¿Qué efectos tendrá su decisión? ¿Quién es en este caso el Sr. Steward?.
En Viajando con el diablo, nada más empezar la novela, el que recibe la propuesta de apretar el botón a cambio de 25.000 $ es Gareth Tilton, un joven envuelto en problemas económicos, con la misma condición de siempre: alguien anónimo morirá en cualquier lugar del mundo en el momento en que se apriete el botón. La enigmática persona que le hace la oferta deja de ser el Sr. Steward, y pasa a ser un tal Paddwohkeeghsie, alias Paddy para los amigos, alguien que deja entrever que es el demonio al decir que “nadie le conoce, pero que todo el mundo ha oído hablar de él”.
El autor, sin mencionar a Matheson, sí hace un guiño al relato original, al decir Gareth, “Paddy, eso me recuerda un cuento que leí hace muchos años”.
El caso es que Gareth, que es una buena persona, no acepta el trato, y Paddy le dice que es la primera vez que se encuentra con alguien que no aprieta el botón.
A partir de este momento, la vida cambia para Gareth, pues la suerte parece aliarse con él cuando a la mañana siguiente de rechazar la propuesta de Paddy, una adinerada vecina suya, la señora Wardstei, le propone pagarle 2.500 $ por entregar una carta muy importante a un hombre que vive en Artmore, una población que se encuentra a 400 kilómetros.
A partir de aquí, la cosa empieza a volverse muy loca, como debe ser en todo buen bolsilibro, y pronto, cuando nuestro protagonista llegue a su destino, una mansión llamada Hyrall Cottage, conoceremos al extravagante doctor Igorov, su ayudante Hutt, y a las inevitables bellezas que nunca pueden faltar en la literatura popular; la bella y misteriosa Shera, y a otras tres mujeres que ayudan a Igorov: Sybill Zyllon, Mona Updike, e Irene Kluge.
Debo reconocer que me he divertido mucho leyendo esta rocambolesca historia, cuyo tono me ha recordado a ratos a Alicia en el País de las Maravillas, pues el viaje que emprende Gareth está plagado de imágenes que parecen sacadas de un sueño, aunque en realidad son fruto de la improvisación de un autor que se nota que tenía prisa por entregar un nuevo título a toda costa.
Pero ahora que lo pienso… ¿y que pasa con la famosa caja del principio que se supone que es el argumento principal de la novela?. Pues que no tiene nada que ver con la historia principal. ¿Genial, verdad?. Clark Carrados tiene las narices de hacernos creer que todo va a girar alrededor de la caja, y en realidad no tiene ninguna relación con la trama real de la novela. Un Mc Guffin en toda regla. Únicamente en las dos últimas páginas vuelve a salir Paddy (el demonio), para decirle a Gareth que por no haber apretado el botón, tendrá una recompensa, que, como no puede ser de otra forma, resulta ser el amor que ha encontrado en medio de su horrible experiencia con el profesor Igorov.
Me gustaría finalizar este pequeño artículo destacando el hecho de que el argumento tratado en Botón, Botón no es en absoluto una excepción literaria. Agradezco desde aquí la información aportada por lectores del blog, en particular a Sergio Hugo Castro, Rubén Soto, y Armando Boix. Nunca dejarán de asombrarme los conocimientos que demuestran los aficionados actuales a la literatura popular, una prueba más de que hay que dejar de asociar este ipo de literatura con lectores de un determinado nivel cultural .
El mandarín, de Eça de Queirós, es una novela corta de 120 páginas publicada en 1880 en la que se narra la leyenda de un desconocido mandarín más rico que cualquier rey conocido. Para heredar toda su riqueza, basta que toques una campanilla, e inmediatamente morirá, a la vez que a tus pies aparecerá todo el oro que puedas soñar. Mismo planteamiento, mismo dilema moral.
La pata de mono (1902), un relato de W.W. Jacobs, también jugaba con la idea de conseguir riquezas a cambio de una muerte.
Y finalmente, por mencionar algún ejemplo de la literatura española, La Barca sin pescador (1945) es una obra de teatro de Alejandro Casona en la que el diablo le propone al protagonista dinero y éxito a cambio de que decida la muerte del hombre que él elija. El protagonista acepta, señalando a un pescador de una aldea en donde no ha estado nunca.
Así que tal vez Richard Matheson no resultó tan original, al fin y al cabo. Para que luego digáis que la novela popular es muy previsible.