EL ENIGMÁTICO ALBERT LAZAR

Nuevamente se adentra el blog en desentrañar el misterio de uno de esos autores que prácticamente nadie conoce y de los que parece imposible encontrar información alguna.

Albert Lazar es el autor de una breve serie de 4 novelas protagonizadas por el Inspector Arno publicados en una colección de Gestión Editorial S.A. en el año 1957 (el nº 1 es de Marzo, para ser más exactos). En concreto las novelas de esta colección cuyo apropiado título es Inspector Arno y que se presentaba con el lema “libros que le ofrecen una visión real del mundo de hoy, en la mejor trama novelística de acción”, son los siguientes:

TITULO AUTOR
1 Los gangs de las drogas Albert Lazar
2 Misión dramática en Hungría Albert Lazar
3 Esclavitud moderna Albert Lazar
4 Independencia y gangsterismo Albert Lazar

Debo señalar que se anunciaban más títulos de esta colección, aunque yo nunca he podido ver ninguno de ellos, así que desconozco si llegaron a publicarse o no. Relaciono estos posibles números:

Si alguien tiene constancia de alguno de estos títulos, sería de agradecer la información.

Las novelas se desarrollan en ambientes exóticos para el lector de la época (Italia, Hungría, Argelia…), lugares que el autor conocía perfectamente, como veremos después. En estos escenarios, el Inspector Arno debía emplearse a fondo en su lucha contra los grandes vicios de la humanidad: la droga, el tráfico de blancas, la independencia de los países colonizados… En resumen, los males que preocubaban a la España de los años 50 y que por supuesto  sólo ocurrían en el extranjero.

Pierre Arno es un hombre polifacético de 32 años: periodista, Inspector de la policía judicial francesa, agente del FBI, e inspector de la Interpol, lo que le permite resolver casos a lo largo del mundo entero, por lo general acompañado de su novia,  la bella periodista norteamericana Kitty Black.

Para el que se sienta defraudado con la nacionalidad francesa del protagonista, quede tranquilo al leer su carta de presentación:

“Hijo de francés y española; español por temperamento, fuego y pasión; francés por reflexión, suave ductibilidad y hábil disimulo. Educado en España –Madrid y Barcelona-, capitales en las que su padre, funcionario del Cuerpo Consular francés en el exterior, estuvo destinado, y en las que, además, ejercía la profesión de periodista, corresponsal del importante diario francés L´Eclair Journal”.

Menos mal que ha sido educado en España, ya estoy más tranquilo.

Hay que señalar que el Inspector Arno ya existía con anterioridad, pues un año antes (en 1956) sus aventuras comenzaron en forma de historieta (cómic para los más jóvenes) en una serie publicada por la misma Gestión editorial cuyo guión correspondía también a A. Lazar, y que alcanzó los 6 números, que reproduzco a continuación.

1- Por el honor de un amigo

2- Muerte triste

3- Herencia maldita

4- El salto de la muerte

5- Atraco aéreo

6-La hora de la justicia

Gestión editorial S.A era una editorial que se especializó entre 1954 y 1958 en la publicación de cómics facsímiles como Cuadernos piratas y corsarios, Policía Internacional (colección en la que aparte de reeditarle dos títulos del Inspector Arno,  Alberto Lázaro guionizó otros dos números), Bill Fury, Jefes Pieles rojas, Cuadernos Tú y yo, o Cuadernos lejano Oeste; aunque también publicó ocasionalmente novela popular, como en el caso de nuestro Inspector Arno.

Al margen de esta colección, Albert Lazar publicó una única novela en la colección FBI de Rollán, en concreto el nº 242 Los Balcanes en llamas; y dos títulos más en la colección Proezas, también de Rollán: el nº 69 ¡Deshonor!, y el nº 74 Odisea. Por desgracia no dispongo de ninguna de estas tres novelas para poder comentar su temática, aunque el título de FBI da a entender que el autor aprovecharía sus conocimientos de los Balcanes, donde estuvo destinado como corresponsal de prensa.

Lo poco que sabíamos de este autor por las habituales fuentes de consulta (Libro de Ramón Charlo y tesis de Santiago Mulas), es que su nombre real era Alberto Lázaro Méndez, nombre que por otra parte he podido comprobar que es erróneo, pues su verdadero nombre era Alberto Lázaro Parra. Pues bien, había que investigar, y aunque alguna información nueva he logrado (por ejemplo el nombre auténtico), espero que este artículo llame la atención de alguien que pueda aportar nuevos datos de primera mano.

Los primeros datos interesantes los encontramos en el prólogo del nº 1 de la serie del Inspector Arno, en unas palabras dirigidas por el autor AL LECTOR:

“Las horas que me dejaba libres mi profesión de periodista, corresponsal de prensa extranjero acreditado en Suiza, Italia, Grecia, Turquía y los Balcanes, los  últimos años en París, para poder descansar de la agobiadora tarea leía novelas policíacas, consideradas por algunos literatura menor y por otros ni siquiera eso. Las leía en varios idiomas: en francés, alemán, italiano y español.

CONFIESO DESAPASIONADAMENTE que no podía censurar a los autores de esas novelas, muchos de ellos periodistas y escritores muy conocidos, que encubrían su personalidad bajo un seudónimo. Y confieso que la mayoría de ellas me entretenían y me proporcionaban ratos deliciosos. Entre las que caían en mis manos había algunas que eran auténticos engendros –no hablo para nada de la forma literaria- ; estaban mal escritas, tenían demasiados muertos en cada página; la acción, a fuerza de querer ser demasiado trepidante y dinámica se le escapaba al autor y perdía conexión; los detalles geográficos carecían de vida; se veía demasiado que estaban sacados de mapas a escala 1:1.200.000 y de los diccionarios geográficos. Sin embargo, y a pesar de todo, me entretenían. Por eso comprendí porqué las novelas policíacas se vendían tanto.

La NOVELA POLICÍACA es una de las pocas válvulas de escape que le quedan actualmente al hombre para huir de la desesperante monotonía de la existencia, de su uniforme drama, de sus preocupaciones demasiado uniformes. La novela policíaca tiene un poder de captación tan enorme como el cine o los deportes.

           PRESENTO AL LECTOR ESPAÑOL mi serie de novelas policíacas, gracias a la gentileza de GESTION EDITORIAL, S.A, presentándole también al protagonista de aquellas, mitad ficción y mitad realidad, personaje actual de carne y hueso, quiero decir. Por otra parte he estado casi permanentemente en el extranjero; mis pies, mi inquietud y mi deber profesional me han llevado a los más alejados y dispares escenarios geográficos del mundo. Soy, casi, una geografía viviente. Me he movido en múltiples ambientes internacionales. Tengo materia viva para la serie de novelas que ofrezco a la consideración del lector español, haciéndole la promesa de darle novelas policíacas que, sin estar desprovistas de limpieza literaria, sigan el camino de la acción, de la intriga y de la aventura trepidantes.”

Aparte de que resulta apasionante ver cómo se justifica el autor por escribir lo que él mismo considera poco menos que basura, casi pidiendo perdón al lector por lo que está a punto de leer, obtenemos un interesante dato biográfico: Alberto Lázaro era periodista y corresponsal en el extranjero. Si vemos los países donde estuvo, entendemos la ambientación de sus novelas, y en particular su atracción por los Balcanes.

Partiendo de este dato, encontramos una esquela publicada en 1981 en el diario El País (nunca entendí porqué mi abuela leía siempre en primer lugar las esquelas de los periódicos, pero empiezo a pensar que era una adelantada a su época y sabía que eran una gran fuente de información):

Alberto Lázaro, periodista jubilado, falleció el domingo, en Gerona, a la edad de 65 años. Con el seudónimo de Alberto de Lavedan, Alberto Lázaro fue corresponsal en varias naciones europeas de la extinguida cadena Prensa del Movimiento. Hasta su muerte desempeñó la corresponsalía literaria de El Alcázar” (El País, 27/01/1981).

Por desgracia no hay referencias a ningún familiar.

La Cadena de Prensa del Movimiento​ fue un grupo periodístico español pertenecía al partido único del régimen franquista, Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS). El grupo nació después de que una ley estatal del 13 de julio de 1940 asignara a este “partido” la propiedad de todas las publicaciones, imprentas y rotativas que habían sido incautadas por el Estado franquista durante la guerra civil española. Gracias a ello, pasó a controlar más de cuarenta diarios que emplearon como un importante elemento propagandístico para el Régimen franquista. Durante años sus diarios representaban hasta el 40% del total de la prensa en España.

Así que ya sabemos que Alberto Lázaro nació en 1916, y que falleció en Girona el 25 de Enero de 1981, a los 65 años de edad; que fue corresponsal en el extranjero para la cadena Prensa del Movimiento, y que posteriormente trabajó en el diario El Alcázar.

Para aquellos que puedan sentir antipatía por el autor por su más que aparente ideología derivada de que trabajara para el periódico El Alcázar (para los más jóvenes, un diario de extrema derecha que desapareció en 1987), quiero recordar que siempre intento olvidarme de la ideología de los autores a la hora de escribir sobre ellos, aunque es cierto que siempre me gusta ver cómo trasladaban sus ideas a sus novelas, no sólo en los más “conservadores”, sino también en los que tenían una ideología de izquierdas (más que nada por ver cómo sorteaban a la censura).

Otro dato interesante que descubrimos en la esquela es que escribía sus crónicas como corresponsal con el seudónimo de Alberto de Lavedan.

Con ese nombre escribió un interesante libro titulado Un español tras el telón de acero (publicado en 1952), que en realidad son unas memorias de su actividad como corresponsal cuando en abril de 1945 el final de la Segunda Guerra Mundial le pilla trabajando en Berlín. El protagonista, que se presenta como miembro de la División Azul,  tiene que huir para no ser detenido por las tropas rusas que acababan de llegar a la ciudad, y para ello consigue hacerse con una documentación que le acredita como un rojo que acaba de cumplir condena en un campo de concentración. Desde ahí consigue llegar a Praga, todavía ocupada por los alemanes, donde permanece hasta marzo de 1946, y donde de forma accidental acaba ejerciendo de cónsul General de España. Este momento es el núcleo del libro: su estancia en una Praga que se libera de los nazis para ir siendo fagocitada por la Unión Soviética tras las conferencias de Yalta y Potsdam. El libro no carece de interés, pues podría haber sido un testimonio de primera mano,  pero el problema es que el autor está tan preocupado en demostrar cada 10 líneas lo que ama a Franco y a España, que a veces se pierde el hilo de lo que realmente se trata en la obra. El periodista narra el abandono que sufrió el país por parte de las naciones aliadas, en particular de Estados Unidos. Es muy interesante también el encuentro del periodista con un grupo de españoles republicanos que han sido liberados de los campos de concentración, ante los que debe fingir constantemente para que no  descubran que es un gran defensor del franquismo (cosa que al lector le queda más que claro). Al final, en marzo de 1946, es expulsado de Checoslovaquia bajo amenaza de ser enviado a un gulag estalinista o directamente fusilado en Praga.

Insisto que durante la narración no deja de exaltar las virtudes del bando que ganó la guerra civil, algo que entiendo pueda cansar a los lectores actuales que no sientan con tanto ardor esa cercanía al difunto y exhumado caudillo. Aún así, yo debo confesar que me ha resultado muy gratificante la lectura del libro. No sé si debería preocuparme.

Hasta aquí los hechos contrastados.

Ahora voy a decir algo que quiero dejar claro no es más que  una opinión personal. Al leer Un español tras el telón de acero he tenido la impresión de que Alberto Lázaro no era un simple corresponsal, sino que podía tratarse más bien de un agente secreto a sueldo del Régimen, algo que lógicamente él no confiesa en ningún momento en el libro.  No sería esto nada extraño, pues ya se sabe que los gobiernos siempre han aprovechado esta noble profesión para infiltrar agentes que pudieran informar desde primera línea, con la excusa de estar acreditados como periodistas, lo que les permitía circular libremente y hacer todo tipo de preguntas. Recordemos además que el grupo editorial para el que trabajaba Alberto Lázaro estaba dirigido directamente por el Régimen franquista.

Otra prueba de la fidelidad del autor al Movimiento es otro libro suyo anterior titulado Gente de bronce-Legión de paz (Estampas legionarias de un Africa con nervio y vida), nuevamente firmado como Alberto de Lavedan; una auténtica canción de amor de 183 páginas a mayor gloria de este cuerpo del ejército publicado en Octubre de 1949, en la que el mismísimo autor quiso contar la historia de la Legión española desde su epicentro. Viaja hasta Málaga saliendo de la estación de Atocha a finales de Mayo de 1949, y desde ahí embarca rumbo a Melilla, donde se alista como legionario de 2ª, conviviendo un tiempo con los legionarios para contar su día a día y exaltar sus éxitos. Y no se disfrazó de cabra de milagro. Por supuesto el tema huele a montaje propagandístico orquestado por el Régimen, pero el caso es que en la Legión si se da como cierto que se alistó en 1949 (en el nº 513 de la revista de la Legión, de 2010, le dedican un artículo).

En dicha novela el autor se presenta de nuevo como ex corresponsal de los periódicos de la Delegación Nacional de prensa en Checoslovaquia, Suiza, Grecia, Italia, Centro europa, Turquía y Los Balcanes, y nos vuelve a deleitar con una interesante carta de presentación al lector:

“Necesitaba  probarme a mi mismo; necesitaba saber si era periodista capaz de vivir mi libro en un ambiente nuevo y completamente dispar al que había vivido, haciéndole reportaje y noticia empapada de personalidad y realidad exacta. Me era preciso buscar un ambiente nuevo y original, meterme en él y noticiarle. A buscarle fui a La Legión. De periodista corresponsal en el extranjero, me convertí en legionario-periodista. Viví en el Tercio el libro que hoy te ofrezco, lector, para que juzgues si el que lo ha escrito lo ha vivido como periodista, al igual que todas y cada unade las crónicas que, tal vez, hayas leído en tu periódico. Y de La Legión tratará este libro. De uno de sus Tercios, del Primero, que lleva el apelativo de Gonzalo de Córdoba, genial y sencillo soldado, al que en la historia de España y en la universal se conoce como el GRAN CAPITÁN.  “Gente de Bronce-Legión de Paz” no es, ni pretende ser, más que un reportaje vivido en el día a día de los legionarios del Tercio. De cómo son y como viven, de donde llegan y a lo que van. Quiere que el lector vea el ambiente que los rodea; que sienta sus penas, amarguras y dolores, que contemple la palpitación de su quehacer militar. Quise sentir en mi mismo la vida legionaria, siendo uno más de los que llegan al Tercio, queriendo buscar en su duro servicio, en su aislamiento y en su entrega militar, un lenitivo a sus dolores, un nuevo eje para su vida.”

Algo muy importante de este libro es que aparece el verdadero nombre del autor, erróneamente considerado hasta el momento como Alberto Lázaro Méndez, en una muestra más del caos existente respecto a estos autores. En un pasaje del libro, al alistarse, el periodista tiene que dar lógicamente su nombre verdadero, y ahí es donde sale Alberto Lázaro Parra, que reconoce escribir con el seudónimo de Alberto de Lavedan.

También es interesante que se confirma que el autor formó parte de la División Azul, pues en la legión se encuentra con un antiguo compañero de armas, el cabo Sandoval, con el que comparte recuerdos a lo largo del libro. De ahí se desprende que estuvo en el frente en Leningrado y Voljov.

Indagando un poco, incluso he localizado una referencia al autor en una tesis titulada Los Servicios Veterinarios en la División Española de Voluntarios: su organización y actividad.

“Merece especial mención el servicio prestado por los sanitarios Cabo Alberto Lázaro Parra y el soldado Gaspar Saborido Pulido, conductor y sirviente de la ambulancia hipomóvil nº4 de la 1ª Compañía que habiendo embarrancado dos ambulancias automóviles que conducían a unos heridos, salieron ellos al paso con su ambulancia hipomóvil, recogiendo los heridos y transportándolos al Puesto de Socorro Divisionario por medio del fango, con gran actividad, auxiliando a los heridos, prestando asistencia necesaria con celo y abnegación, dignos de encomio.”

Debo confesar que a punto he estado de invadir Perejil tras la lectura de este libro, y he tenido que leerme el primer capítulo del Capital de Marx para calmarme, aunque no sé si ha sido peor el remedio que la enfermedad. Creo que voy  a volver a la literatura popular.

Respecto al resto de datos biográficos que he podido localizar del autor,  puedo decir que Alberto Lázaro Parra fue muy activo políticamente desde muy joven. Se encontraba trabajando de periodista en Madrid cuando empezó la guerra civil, siendo detenido. Al finalizar la guerra civil, fue corresponsal de PYRESA, la agencia de noticias vinculada al Movimiento. Primero estuvo en diversos países europeos cubriendo noticias (Suiza, Italia…). Se alista en la División Azul, con la que estuvo en el frente de Voljov y en Leningrado, y después se fue a Alemania, donde trabajó de obrero y desde donde cubrió la II Guerra Mundial. Al final de la Guerra, cuando entraban las tropas soviéticas, tuvo que huir de forma rocambolesca hacia Checoslovaquia, tal y como se narra en el mencionado “Un español tras el telón de acero”. En todo momento firmaba sus crónicas periodísticas como Alberto de Lavedan, seudónimo que no he conseguido saber de donde viene, aunque tal vez sea en homenaje al autor francés Henri Lavedan (1859-1940).

Al regresar de Checoslovaquia trabaja como corresponsal nuevamente cubriendo los nuevos conflictos en Grecia y los Balcanes, y desde ahí se traslada a París como corresponsal de Arriba. Regresa a Madrid y comienza su aventura en la Legión, narrada en el libro antes comentado. A su regreso trabajó para la órbita central de la propaganda sindical. Redactor de Tele/exprés entre 1964 y 1970, también colaboraba con el diario El Alcázar de forma regular. Terminó su carrera periodística en el que fuera diario del Movimiento en Girona Los Sitios.

Como suele ocurrir en los casos en los que un autor muestra un activismo político tan claro (en uno u otro bando), se produce de forma automática un posicionamiento por parte de los lectores, de acuerdo con su propia ideología, lo que provoca reacciones extremas de profunda admiración o rotundo rechazo. Una de las mayores dificultades que hay para encontrar información sobre los autores de los que trata este blog se debe precisamente a nuestra guerra civil, pues las vidas de los autores que militaron en el bando republicano fueron enterradas durante la dictadura, y los que militaron en el otro bando, están siendo igualmente denostados tras la llegada de la democracia. Insisto que este blog pretende separar la ideología de la obra, olvidándome de lo primero, pues mi intención es aportar información de todo el mundo con independencia de que tuvieran mayor o menor participación en un bando u otro.

Para finalizar, me gustaría comentar un detalle que puede parecer una estupidez, pero que creo que es muy revelador sobre la función propagandística que ejerció la novela popular especialmente hasta finales de los años 50. Pierre Arno, el protagonista de las novelas de Alberto Lázaro Parra,  ayudó de forma muy activa a la resistencia francesa contra los nazis, según se cuenta en su presentación. Esto, que de primeras puede no llamar la atención, es en realidad muy revelador, pues Alberto Lázaro era un firme defensor de la Alemania nazi (como demuestra a lo largo de sus mencionadas obras biográficas); y sin embargo su héroe literario, luchó de forma activa contra ellos en la Francia ocupada.

Ya hemos comentado en otras ocasiones que el intento de acercamiento del Régimen de Franco a Estados Unidos tuvo un efecto colateral en la novela popular, dado que España debía eliminar todo rastro de su apoyo a la Alemania nazi. Esa actitud se trasladó de igual forma a la novela de quiosco, que entre otras cosas tenía una finalidad “educativa” y moralista para el gran público, y se pretendía que el público empezara a ver a los americanos como un pueblo amigo, renegando de antiguas alianzas que nada bueno podían traer. El género bélico es por cierto muy interesante en este sentido para ver esta evolución de alemanes buenos a alemanes villanos. Espero poder dedicar algún día un artículo en condiciones a este tema.

Quiero romper desde aquí una lanza a favor de Alberto Lázaro Parra por su faceta como escritor de novela popular, por mucho que él mismo pareciera avergonzarse de este tipo de literatura, según se desprende de sus propias palabras. Esa literatura acabó teniendo una función mucho más importante de la que pudo soñar. Desde aquí le muestro mis respetos, y ojalá algún día podamos obtener alguna imagen suya y saber algo más sobre él, pues presiento que hay una historia fascinante esperando.